lunes, 23 de abril de 2012

Las librerías aún no se han extinguido

"Esta mañana Traficantes de Sueños y La Marabunta han colocado sus puestos enfrente del Valle-Inclán". Este ha sido uno de los primeros tuits que he leído esta mañana. Desperezándome me he dado cuenta del porqué de ese tuit: ok, ok, hoy es 23 de abril, Día del Libro, día del Cervantes, del Sant Jordi, de la Rosa, y sobre todo, de las cifras de ventas, de lo mal que irá el mercado etc etc. Vale, vale, hoy habrá muchos testimonios en la tele de gente que acaba de comprarse un libro (aunque sea para rellenar la estantería), otros tantos artículos del libro electrónico y de los que más venden. Estupendo: ya tenemos hecha la sección de Cultura del periódico.

A pesar de mi cinismo, yo misma me he metido a navegar por los artículos que hablaban de las estimaciones de venta. Y bueno, a pesar de que los grandes titulares de la jornada van de la recesión de la economía española, lo que se respiraba antes del dato final era optimismo. En un teletipo de EFE, Xavier Mallafré, el presidente del Gremi de Editores, insistía en que se podría llegar a los 18,5 millones de euros, algo más que en 2011, cuando se alcanzaron los 17 millones. Más o menos, en el mismo sentido se pronunciaban los libreros en  La Razón (donde se prefería hablar de las rosas) o El País, donde, por otra parte, se citaba sin escrúpulos a Carlos Ruíz Zafón, Aída Nízar, Federico Moccia, Mario Vaquerizo y Alaska, Ana García Obregón y Ferrán Adriá como buques insignia de un Sant Jordi con enormes colas de gente esperando a que les firmen un ejemplar. Vaya, vaya. Subamos o igualemos las ventas de libros, pero... ¿a qué coste? Sería para mirarnoslo, aunque tampoco es para escandalizarse demasiado: con la nueva aplicación Librosymapas.com uno puede enterarse de que en Madrid un 14,4% no lee nunca (porcentaje que en Extremadura llega al 40%). Así que, por favor, no nos pongamos estupendos.

Más. Esta vez en relación con el libro electrónico. Vuelvo a leer un titular manido: "Las ventas del ebook en Sant Jordi serán testimoniales". Pues claro. Primero porque aunque las ventas van al alza, aún estamos en torno al 2% (ahí hay una guerra de datos que no me atrevo a citar a nadie). Y dos: porque una feria del libro que no sea virtual aún está hecha por y para el papel. Para tocar y palpar las páginas, para leer las contraportadas y charlar con el librero. Personalmente, me encanta el formato ebook y sus nuevas posibilidades, pero también me gusta mucho lo físico y no creo que el debate sea entre la pantalla y el papel. Es otra historia.

Con esas he decidido acudir a ver los puestos de Traficantes, La Marabunta, Enclave Librería y Librería de Sexología, esta última, por cierto, una librería online que vende en papel y que ha abierto hace un año con vistas a establecerse en un local. Estos puestos, colocados al lado del Teatro Valle-Inclán, en Lavapiés (Madrid), ofrecen libros que se salen de la lista de la que me hablaban todos los periódicos. Ahí están los títulos de Alpha Decay, Periférica y de otras editoriales más pequeñitas, pero con libros inmensos que ahora son difíciles de encontrar, como el texto teatral de Darío Fo, Franca Rame y Jacopo Tengamos el sexo en paz. Y es que esa es otra cosa que me gusta de las ferias: la posibilidad de salirse de la tiranía de las novedades y encontrar las joyitas que una está deseando leer desde hace tiempo.

Por supuesto, he estado hablando con alguno de los libreros quienes me han confirmado que la mañana no les ha ido mal. "La cosa no está muy bien, pero tenemos que dejar de meternos unos con otros. Hay que criticar a los que hay que criticar", me decía uno de ellos. "Acabo de montar el puesto y aunque espero que venga más gente esta tarde, no está mal", me decía otra que tenía ya un cierto número de lectores bicheando entre sus ejemplares.

Yo me he comprado Teoría King Kong, de Virginie Despentes. Fue editado por Melusina en 2007 y desde entonces le tenía muchas, muchas ganas. Ha sido mi autoregalo.  Para alejarme de las tiranías, para sacarle un buen sabor de boca a este día y olvidarme de las listas de ventas, de los famosetes y comprobar que las librerías físicas y los editores con vista y amor a los libros aún tienen su sitio en un mundo que ya no se corta en comercializarlo todo.

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