viernes, 27 de abril de 2012

J. K Rowling da el golpe: Harry Potter sin DRM

La autora de Harry Potter es más lista que el hambre. No, J. K Rowling no se ha hecho rica simplemente por crear la historia de un mago adolescente que debe enfrentarse a malvados enemigos y a toda una sarta de hechicerías. Rowling tiene mucho ojo en el negocio editorial. Su última jugada ya ha dejado boquiabiertas a las editoriales y a las tiendas online, que se han quedado con cara de "qué estamos haciendo". Atentos.

Esta semana se ha conocido que la próxima novela de la escritora británica, una historia para adultos, será publicada en español por Salamandra. Sin embargo, la verdadera noticia es la creación de la comunidad virtual Pottermore, que desde estos días ya está disponible en castellano. En ella, los lectores, que tienen que registrarse antes de entrar, pueden hacer comentarios de los libros y se puede adquirir todo el merchandising del mago, creándose así lo que los expertos denominan "la experiencia alrededor de los contenidos", mucho más jugosa en cuanto a resultados económicos que las reseñas del libro que pueden aparecer en la prensa tradicional. De hecho, es conocido que Rowling apenas ofrece entrevistas para promocionarse. Para qué.

No obstante el verdadero golpe de efecto de la autora millonaria es que a través de esta comunidad vende los ebooks de Harry Potter directamente a los lectores. Ha creado su propia tienda. Y, además, los libros digitales, que tienen un precio bastante competitivo, carecen de DRM, el famoso dispositivo anticopia que tantos quebraderos de cabeza ha levantado. ¿Qué está pasando?, se preguntan en Amazon. ¿Qué pasa con nosotros, que nos vamos a comer el mundo?, se cuestionan en Apple. Y mientras, Rowling sonríe: business is business. Seguid jugando muchachos.

La escritora, que durante mucho tiempo negó que sus libros tuvieran versión electrónica, ha sido, sin embargo, una de las primeras en aprovecharse de la venta directa, una de las tendencias digitales observadas en la Feria del Libro de Londres celebrada la semana pasada. Como apuntaba Javier Celaya recientemente en su blog este tipo de venta más el fin del DRM, más la relación directa con los lectores y la necesidad de fidelizarlos a través de nuevos servicios virtuales son las opciones que agitarán durante los próximos meses el negocio editorial en el entorno Internet. Por lo menos en el mercado anglosajón, que, de nuevo, es el que está marcando el paso, mientras el hispano se maneja a remolque.

En la Feria de Londres también habló Charlie Stross, autor británico de ciencia ficción y fantasía que se ha convertido en el director general de la comunidad Pottermore. Su postura reflejó un cambio de tendencia en cuanto a la culpabilidad de la piratería (digital) en el frenazo a los libros electrónicos. Según manifestó, los ebooks no autorizados de Harry Potter no provenían de las versiones digitales, puesto que estas no existían hasta hace unos meses, sino del papel. Es decir, la copia pirata era un escaneo del libro físico, un pdf manoseado en el mercado negro del libro, entregado a oscuras, en una esquina y de mala manera. El black market de toda la vida. Stross rebatía así a todos los autores (y editores) que no quieren que sus libros tengan versión digital por el miedo a la piratería y proponía la  medicina básica: nada de DRM y acceso fácil. Una receta clásica que parece que también ha calado en dos grandes editoriales anglosajonas como Simon & Schuster y MacMillan que, según todos los rumores, prevén quitar el DRM a sus ebooks. De hecho, como indicaba la revista Forbes ayer, MacMillan ya lo ha hecho con su colección de ciencia-ficción, Tor.

El próximo 4 de mayo se celebra el Día Sin DRM. Es una buena ocasión para reflexionar, para observar por dónde va el mercado y qué quieren realmente los lectores. Rowling, desde luego, ya lo ha hecho y si le va tan bien como con el pequeño mago, es para tenerlo en cuenta.




lunes, 23 de abril de 2012

Las librerías aún no se han extinguido

"Esta mañana Traficantes de Sueños y La Marabunta han colocado sus puestos enfrente del Valle-Inclán". Este ha sido uno de los primeros tuits que he leído esta mañana. Desperezándome me he dado cuenta del porqué de ese tuit: ok, ok, hoy es 23 de abril, Día del Libro, día del Cervantes, del Sant Jordi, de la Rosa, y sobre todo, de las cifras de ventas, de lo mal que irá el mercado etc etc. Vale, vale, hoy habrá muchos testimonios en la tele de gente que acaba de comprarse un libro (aunque sea para rellenar la estantería), otros tantos artículos del libro electrónico y de los que más venden. Estupendo: ya tenemos hecha la sección de Cultura del periódico.

A pesar de mi cinismo, yo misma me he metido a navegar por los artículos que hablaban de las estimaciones de venta. Y bueno, a pesar de que los grandes titulares de la jornada van de la recesión de la economía española, lo que se respiraba antes del dato final era optimismo. En un teletipo de EFE, Xavier Mallafré, el presidente del Gremi de Editores, insistía en que se podría llegar a los 18,5 millones de euros, algo más que en 2011, cuando se alcanzaron los 17 millones. Más o menos, en el mismo sentido se pronunciaban los libreros en  La Razón (donde se prefería hablar de las rosas) o El País, donde, por otra parte, se citaba sin escrúpulos a Carlos Ruíz Zafón, Aída Nízar, Federico Moccia, Mario Vaquerizo y Alaska, Ana García Obregón y Ferrán Adriá como buques insignia de un Sant Jordi con enormes colas de gente esperando a que les firmen un ejemplar. Vaya, vaya. Subamos o igualemos las ventas de libros, pero... ¿a qué coste? Sería para mirarnoslo, aunque tampoco es para escandalizarse demasiado: con la nueva aplicación Librosymapas.com uno puede enterarse de que en Madrid un 14,4% no lee nunca (porcentaje que en Extremadura llega al 40%). Así que, por favor, no nos pongamos estupendos.

Más. Esta vez en relación con el libro electrónico. Vuelvo a leer un titular manido: "Las ventas del ebook en Sant Jordi serán testimoniales". Pues claro. Primero porque aunque las ventas van al alza, aún estamos en torno al 2% (ahí hay una guerra de datos que no me atrevo a citar a nadie). Y dos: porque una feria del libro que no sea virtual aún está hecha por y para el papel. Para tocar y palpar las páginas, para leer las contraportadas y charlar con el librero. Personalmente, me encanta el formato ebook y sus nuevas posibilidades, pero también me gusta mucho lo físico y no creo que el debate sea entre la pantalla y el papel. Es otra historia.

Con esas he decidido acudir a ver los puestos de Traficantes, La Marabunta, Enclave Librería y Librería de Sexología, esta última, por cierto, una librería online que vende en papel y que ha abierto hace un año con vistas a establecerse en un local. Estos puestos, colocados al lado del Teatro Valle-Inclán, en Lavapiés (Madrid), ofrecen libros que se salen de la lista de la que me hablaban todos los periódicos. Ahí están los títulos de Alpha Decay, Periférica y de otras editoriales más pequeñitas, pero con libros inmensos que ahora son difíciles de encontrar, como el texto teatral de Darío Fo, Franca Rame y Jacopo Tengamos el sexo en paz. Y es que esa es otra cosa que me gusta de las ferias: la posibilidad de salirse de la tiranía de las novedades y encontrar las joyitas que una está deseando leer desde hace tiempo.

Por supuesto, he estado hablando con alguno de los libreros quienes me han confirmado que la mañana no les ha ido mal. "La cosa no está muy bien, pero tenemos que dejar de meternos unos con otros. Hay que criticar a los que hay que criticar", me decía uno de ellos. "Acabo de montar el puesto y aunque espero que venga más gente esta tarde, no está mal", me decía otra que tenía ya un cierto número de lectores bicheando entre sus ejemplares.

Yo me he comprado Teoría King Kong, de Virginie Despentes. Fue editado por Melusina en 2007 y desde entonces le tenía muchas, muchas ganas. Ha sido mi autoregalo.  Para alejarme de las tiranías, para sacarle un buen sabor de boca a este día y olvidarme de las listas de ventas, de los famosetes y comprobar que las librerías físicas y los editores con vista y amor a los libros aún tienen su sitio en un mundo que ya no se corta en comercializarlo todo.

viernes, 20 de abril de 2012

Lo que el recortazo cultural esconde (como ya advirtió Pasolini)

Hoy es el día de los recortes en Educación y Sanidad. Hoy los insignes miembros del Gobierno nos anunciarán los 7.000 euros que piensan ahorrar en sanidad a costa del pensionista y los 3.000 euros de educación con la subida de las tasas de las matriculas de la universidad en un 25%. Todo por el bien de España, dirán. De lo que no nos hablarán será del recortazo en Cultura, del que en las últimas semanas sólo hemos conocido pinceladas como el hachazo del ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales) al cine con una rebaja del 36% en su presupuesto anual. Y no hablarán porque para los políticos Cultura es, como me dijeron una vez, Parques y Jardines o la asignatura de gimnasia. Una maría. Y total, qué más da, si el cine español es una mierda, si aquí no lee ni dios (sólo un 52% de la población declara leer unos tres libros al año) y en teatro se prefieren los musicales a la americana.

No obstante, a los políticos sí les interesa el entorno cultural. Sí les interesa que haya un festival de teatro, de literatura, una Semana del cine, un concurso literario. Porque la cultura (o lo que ellos entienden por cultura) viste y vende. Ahora bien, lo que ellos desean es que sea a su imagen y semejanza. Total, aprovechando estos tiempos de crisis, con decir que es necesaria una "cultura popular", ponen en marcha el ventilador de los recortes. Así,  ¿un festival gafapastero en Gijón? No, gracias. ¿Escena contemporánea en Madrid? No, gracias. ¿Cosmopoética en Córdoba con toda esa poesía experimental? No, gracias. Mucho mejor un PapitoTour. Y, eso sí, que todo sea patrocinado por las empresas. Faltaría.

Al hilo de toda esta cuestión, esta Semana Santa estuve leyendo Pasolini, de David Toffolo, la novela gráfica sobre el artista italiano que acaba de publicar 451 Editores siguiendo esa magnífica colección que han puesto en marcha con títulos como Fahrenheit 451, The Beats y Chagall en Rusia. Y una, que es más de El evangelio según San Mateo que de Los diez mandamientos, no podía evitar pensar que lo que pone Toffolo en boca de un trasunto de Pasolini sea hoy de enorme actualidad: "El cine es sustancialmente poético. El problema es la comercialización de todo esto. La poesía no es mercancía, no se puede consumir. Es hora de decirlo: el hecho de comparar la obra con un producto y sus destinatarios con consumidores puede ser una metáfora divertida y graciosa, pero nada más. Si alguien dice en serio algo parecido, es un imbécil". Y esa es la filosofía de alguien que escribió una novela tan popular (que no populachera) como Los chicos del arroyo.

El traductor de esta novela gráfica es Cuqui Weller con quien me puse en contacto para que me contara algo más de este proyecto. Así pude saber que Toffolo es "un artista peculiar, es multidisciplinar y junta varias artes a la vez en su actuaciones". Un artista minoritario que creó al personaje de Pasolini del cómic a partir de un espectáculo musical. "Él iba dibujando, con música de fondo, el cuerpo de Pasolini en un tótem de cartón, que se va transformando, el tótem se convierte en Pasolini muerto, pero luego se levanta y habla a los espectadores", me señaló Weller.

Pero más allá de Toffolo quería ahondar en esas palabras del dibujo Pasolini en las que habla sobre la comercialización de la cultura. Un personaje que, como me dijo Weller, es "una persona angustiada por la situación que vive, que hace cine para reflejar de la mejor manera posible una sociedad a la deriva, la crisis de la pequeña burguesía". Y, precisamente, para el traductor también era sintomático que no es que hubieran cambiado las cosas desde la época del cineasta y escritor italiano sino que habían ido a peor:  "La cultura y la sociedad pequeño burguesa sigue en crisis, más bien ha aumentado su crisis. Cuando Pasolini hizo lo que hizo, el capitalismo no era tan atroz como lo es ahora, por lo que la cultura y la sociedad pequeño burguesa se ha acomodado aún más. No es para hacérnoslo mirar, es el mundo capitalista que crea una cultura de masas mediocre", me apuntó.

Pasolini fue un provocador en su época. Además de por sus ideas, muchos tampoco soportaban su homosexualidad. El 2 de noviembre de 1975 fue asesinado en circunstancias que aún no se han aclarado. De hecho, cada cierto tiempo aparecen en los periódicos nuevas teorías. No obstante, lo que es evidente es que su pensamiento filosófico, sus ideas, esbozadas en los sesenta y setenta, no han muerto. Auguraban la cultura que hoy tenemos encima. Y, es cierto que ya no nos matan por ser provocadores, pero sí nos gasean con el papitour. Eso es lo que el recortazo cultural esconde. Ole, ole y ole. 

lunes, 16 de abril de 2012

Ignacio Latasa, el señor de los ebooks (que convenció a Carmen Balcells)

"Hay una demanda que no está cubriendo el mercado". El editor navarro Ignacio Latasa (Pamplona, 1969), autor de esta frase y creador de la librería digital y editorial Leer-e, es posiblemente uno de los mayores impulsores del libro electrónico en España. Fue en 2005 cuando se embarcó en un negocio que por entonces era tan raro como un almacén de ovnis y desde entonces ha ido creciendo y creciendo hasta crear una de las editoriales españolas más interesantes del entorno digital con presencia en todas las tiendas digitales (desde Amazon a La Casa del Libro.com). Un sello que cuenta incluso con el beneplácito de Carmen Balcells, la superagente que le ha dado los derechos digitales de sus amores del boom latinoamericano (y españoles: en total 400 títulos). Chapeau.

La semana pasada volví a coincidir con Latasa en la presentación de su nueva colección digital Ibuku en el que ha conseguido embarcar a siete agentes literarios que le han prestado 93 títulos de 36 autores. Fue allí donde remarcó la necesidad de cubrir una demanda existente. Y fue allí donde le pregunté cómo había logrado que una mamma como la Balcells le diera unos derechos digitales que no le había dado ni a Mondadori (la editorial que publica en papel a García Márquez) ni a Alfaguara (el sello que publica a Vargas Llosa). "Le gustó nuestra propuesta y ya llevamos trabajando juntos muchos años", me contestó taxativo. Supongo que hay algo más que la confianza, pero Latasa se calló prudentemente ante la posibilidad de que sus palabras acabaran en un lugar inadecuado.

En cualquier caso, lo cierto es que el editor tampoco me mintió del todo. Desde que le conozco, sus palabras y su estrategia empresarial siempre me han parecido que van por delante de las de las editoriales más tradicionales. Es verdad que hoy, con la llegada del gigante Amazon y con el acelerón en la venta de dispositivos Kindle (100.000 en las pasadas navidades, según datos de esta empresa) y iPads, ha habido una dinamización del mercado (cómo gusta últimamente esta expresión) y los sellos tradiciones ya se han lanzado a sus propias colecciones digitales (como Endebate, de Debate; Alfaguara Digital, Zafiro Ebooks, de Planeta, B de Books, de Ediciones B...). Sellos que se unen a otras propuestas más independientes como por ejemplo la editorial Musa a las 9. Hasta Círculo de Lectores cuenta desde febrero con su propio club digital, Booquo. Todo esto por no hablar del fenómeno de la autopublicación, negocio bullente gracias a las herramientas que proporciona Amazon.

No obstante, antes de que todo esto ocurriera Latasa ya había lanzado su editorial, y si volvemos al presente podemos observar que algunas de sus últimas ideas aún no existen en los brainstorming de las tradicionales. Ejemplos: hace un par de meses lanzó Libr-e, una colección digital que rescata libros descatalogados de autores como Nicolás Casariego, David Torres o José Ángel Mañas. "Cuando un libro se descataloga, los derechos revierten en los autores, que ven que no se explotan. Muchas editoriales antes decidían que esto no les interesaba", me dijo Latasa en este lanzamiento. Así, mientras el resto pasaba, él sí vio que ahí había negocio.

Otra visión diferente: el precio de los ebooks. El editor navarro siempre criticó la idea de colocar el libro electrónico al mismo precio que un libro en papel, aunque, desde luego, sabe por qué es así: "Es la herramienta que utilizan las grandes editoriales para que la cosa vaya despacio", me confesó hace un tiempo. Desde el inicio, él abogó por precios competitivos. De hecho, en Libr-e, los títulos cuestan 2,99 euros, una tendencia, que por otra parte, poco a poco está calando entre las grandes editoriales (en Endebate, por ejemplo, las crónicas periodísticas que se venden también están en torno a los dos euros), aunque otras como Alfaguara aún se mantengan en sus trece. Pilar Reyes, editora de este sello, me comentaba hace unas semanas por qué apenas se habían movido los precios de sus libros digitales: "Ahora estamos soltando las bases sobre cuál es el precio justo. Y hay que tener en cuenta que estamos llevando a cabo la digitalización con mucho cuidado, volviendo a corregir, leer…". Argumento inamovible, pero Latasa insiste: "Es importante que todo el mundo esté dispuesto a cambiar".

El tercer flanco que convierte a este editor en un pionero outsider es su querencia por mantener la cadena del libro a pesar de la llegada del digital. Es decir, contra los que dicen que la intermediación (distribución, librerías) está en las últimas, él sostiene que la función del agente, el editor y el canal de venta son imprescindibles. "Es muy importante que las librerías apuesten por este formato", señaló durante la presentación de Ibuku, colección cuyos libros ya están en todas las librerías online.

Latasa reconoce que después de muchos años avanzando en este terreno casi en soledad, ahora ya no camina solo. "Ha sido muy duro. Estamos en el principio del principio del principio. Hace falta paciencia porque aún queda mucho, pero todo el mundo tiene que ir por este camino", afirmó en este acto. Desde luego, su permanencia durante siete años en este negocio, el lanzamiento de Libr-e, de la colección Palabras Mayores y ahora de Ibuku refrendan que cuando se cree en una idea y esta tiene una buena estrategia, el agorero apocalipsis del que hablan algunos gurús sobre el futuro del libro no existe. Enhorabuena. Estén atentos a sus próximas acciones.




martes, 10 de abril de 2012

La broma infinita: ¿Gunter Grass y Saramago neonazis?

Cuando vivía en Berlín había un tema que mis amigos jamás tocaban. O si se hacía, pasaba casi sin ruido y rápidamente alguien cambiaba de tercio. Mis amigos, votantes de los socialdemócratas del SPD cuando Oskar Lafontaine (actual dirigente de Die Linke) aún militaba en él, no tenían problemas en hablar de política, del Muro, del partido comunista o incluso de la STASI. De hecho, el padre de una mis mejores amigas formó parte de este "servicio de seguridad" del Este. Así, en estas charlas conocí bastantes anécdotas de la época en la que Berlín se hallaba dividido, como aquella argucia de preguntar a los niños del este qué tipo de reloj aparecía en los televisores cuando comenzaba el telediario. Si era digital, se estaba cazando la "prohibida" señal del oeste. Oh-oh-oh.

Por tanto, hablar de La vida de los otros no era problema. Tampoco de la 'ostalgie' de Good Bye Lenin. Ahora bien, las cosas cambiaban cuando aparecía en escena Israel y sus políticas. Como si fuera un flashazo llegado desde el pasado, de repente era de nuevo el Holocausto el que irrumpía en la conversación. Y con ello, un cierto sentimiento de culpa soterrado, que casi se sostenía en el aire, que nadie tocaba, pero que estaba ahí. Y yo, sinceramente, no lo podía comprender. Mis amigos, votantes de la izquierda, se mostraban de acuerdo con las pretensiones palestinas y podían criticar la fuerza israelí apoyada por el imperialismo yanqui, pero era casi de pasada. ¿Hablar mal de los judíos? ¿Un alemán? No, por favor, no me hagas esto, parecían suplicarme a veces.

En aquella época, hace ya diez años, las huellas del Holocausto en Berlín eran casi imperceptibles aunque aún quedaban retazos. Como ese coche de policía que siempre estaba en la Orianienburgstrasse delante de la sinagoga. Esta calle, en pleno centro, está en un barrio en el que antes de la guerra vivían bastantes judíos y de hecho, aún existían restos de tiros en las fachadas. Por aquel entonces también se había puesto muy de moda la novela El lector, de Bernhard Schlink, que después sería llevada al cine con Kate Winslet. Este libro, a fin de cuentas, de lo que hablaba es de la culpa de los alemanes y de la necesidad de pedir responsabilidades a todos aquellos alemanes que durante el Holocausto miraron para otro lado. Aquellos alemanes que en realidad habían sido muchísimos en los años treinta, como me confesó una compañera de clase, cuya abuela había votado al partido nazi para acabar desligándose totalmente de él tras la guerra. Por tanto, la culpa por la carnicería de los judíos aún seguía presente y de manera muy presente en la mentalidad de generaciones que ya casi ni podían recordar el Muro. Para mí, incomprensible.

Por tanto, cuando estos días he leído la noticia sobre el escritor Gunter Grass y el poema en el que critica a Israel no he podido por menos que sonreír. La famosa estrofa “¿Por qué solo ahora lo digo, envejecido y con mi última tinta: Israel, potencia nuclear, pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza?” dice exactamente lo que mis amigos nunca expresaron a pesar de que podían pensarlo según los razonamientos que hacían de Israel. Sin entrar en si es un buen o mal poema (otra polémica que he visto reflejada en las redes sociales), me pareció un gesto valiente, que rompe un mito y que normaliza a los alemanes.

Mucho mayor escandalosas que el poema y la frase en cuestión, me han parecido las reacciones al respecto. Primera, la de Israel tildando al Nobel de "persona non grata" y exigiendo que se le retire el premio (¿en qué planeta viven?). Segunda, la de Angela Merkel que apenas ha dicho nada sobre esta reacción de los israelíes. Tercera, la de los neonazis, alabando a Grass, por su torpeza de miras y su ignorancia (lo cual no es nada noticioso) y cuarta, la de la oposición alemana por volver a ser incapaz de romper con esa culpa y complejo. De hecho, han sido varios los que han recordado el pasado del autor de El tambor de hojalata como miembro de la Luftwaffe (¡con 17 años!). Sólo Die Linke (La Izquierda) y varios movimientos pacifistas alemanes dieron su apoyo a Grass. De nuevo, increíble.

Han pasado más de 70 años del Holocausto, de la barbaridad de los nazis con los judíos, y es increíble que Alemania siga apostando por películas y libros que se regodean en aquella masacre, en su culpa y responsabilidad sin poder expresar claramente lo que opinan de Israel y sin que un sencillo verso al respecto no sea tildado de antisemita. Como recordaba estos días en un artículo el corresponsal en Berlín de El País, fue el psicólogo Zvi Rex quien mejor reflejó el estigma alemán: “los alemanes nunca podrán perdonar Auschwitz a los judíos.". Algo que, por cierto, también dijo Saramago, al que también le cayó la losa de "persona non grata" cuando en 2002 comparó la política de Israel en los territorios ocupados con los campos de exterminio nazis de Auschwitz. Las librerías israelíes retiraron entonces todos los libros del portugués. Espero que no suceda lo mismo con los del alemán. Eso significaría que en diez años no hemos avanzado nada y que yo tampoco podría seguir hablando del tema con mis amigos alemanes.  

martes, 3 de abril de 2012

Pray for Portugal

La red social Twitter se ha despertado hoy con un curioso Trending Topic en España: #PrayforPortugal. Al principio he pensado que era algo de la Semana Santa, pero cuando he clicado en el TT para ver de qué se trataba, la marcianada me ha sorprendido más de lo imaginado: al parecer se había difundido  un vídeo que supuestamente informaba de un golpe de Estado en el país vecino motivado por su mala situación económica, política y social, y la red echaba fuego entre los que reían el fake, los que se indignaban e incluso los que lo daban por bueno. Todos tienen cabida en Internet.

That's Twitter he pensado: la inmediatez, el escaso contraste de las informaciones, la opinión compulsiva. Una red social a veces muy buena, pero otras muchas (las más, quizá) un corral de gallinas cacareando sin parar. En cualquier caso, este #prayforPortugal me ha hecho recordar una serie de ideas que me venían rondando estos días por la cabeza y que tienen como protagonistas a los portugueses, su prima (de riesgo) y su rescate, y al escritor luso José Luis Peixoto (Galveias, 1974), autor de las novelas Cementerio de pianos (El Aleph, 2007) y Libro (El Aleph, 2011).

Ayer, sólo un día antes del falso golpe de Estado, Portugal volvía a estar en el top de las noticias malas de la prensa europea. El Eurostat anunciaba las cifras del desempleo y los portugueses ocupaban una "meritoria" tercera plaza con un 15%. Los españoles, no obstante, aún ocupábamos el primer puesto con un 23%, seguidos a escasa distancia por Grecia, con un 21%. No era la única noticia sobre los lusos. También el lunes un teletipo de la agencia Efe recogido por Expansión informaba de que la venta de turismos había caído un 50% durante el primer trimestre de 2012. Oh my god! ¿alguien en la sala que quiera ser portugués? Rien de rien. Eso está que se cae. Vayámonos de allí cuantos antes.

Con estas noticias decidí echar la vista atrás y me encontré otro teletipo del domingo que hablaba de un segundo posible rescate a Portugal. Ya en mayo de 2011 recibió un préstamo de 78.000 millones de euros a cambio de que el país se sometiera a un durísimo ajuste y de que su población se apretara el cinturón hasta casi la asfixia. Porque como dijeron sus políticos, toca a todos arrimar el hombro. Juas. Pero lo peor no era eso: el pasado 22 de marzo los portugueses habían hecho su segunda huelga general en protesta por estos ajustes con un seguimiento de entre el 70% y el 100% en el sector transportes. Un exitazo. Claro que... pensémoslo bien: huelga igual a éxito, igual a hartazgo de los portugueses, igual a algún comentario sobre otro rescate, igual a 'vamos a sacar los datos chungos de consumo que tenéis', igual a 'estáis fatal así que de quejaros nada', igual a 'como hagáis otra huelga os vamos a meter un tijeretazo que vais a estar temblando durante 40 años'. Oh-oh-oh.

Y ahora viene lo del escritor José Luis Peixoto. Le conocí en 2007 por su libro Cementerio de pianos. En Portugal, como en España, aún no se hablaba de crisis económica, y la entrevista giró en torno al libro y el regreso al mundo rural de muchos portugueses. No hubo más. Sin embargo, para finales de 2011, con la publicación de Libro todo había cambiado. La nueva novela ya no se detenía simplemente en una historia de miserias rurales sino que su argumento (siempre teñido de esa cierta melancolía tan portuguesa del estilo de Peixoto) abarcaba un espectro aún mayor repasando la emigración de los portugueses en los años cincuenta y sesenta a Francia y cómo el país se despobló en la época del dictador Salazar.

Por supuesto, aquella segunda charla que tuvimos en septiembre de 2011 y que recuerdo muy animosa y con mucho feeling (esa placentera comodidad que a veces se crea con un entrevistado), derivó hacia la situación económica, política y social de Portugal. En España aún no se hablaba demasiado de la emigración de los españoles en busca de nuevas oportunidades, pero Peixoto ya me comentó que los portugueses estaban sufriendo una partida como la de los cincuenta. Y él, ya en ese momento, se quejaba de la fuerte presión mediática sobre su país: "Portugal sufre una fuerte depresión. Todos los días hay malas noticias. Así es imposible ilusionarse y salir de esta crisis", sostenía el escritor quien, además, echaba de menos que en Portugal no hubiera surgido algo parecido al 15-M.

Cuando hice aquella entrevista, aún no se habían celebrado las elecciones del 20-N en España. En Portugal tampoco se habían acometido las medidas de austeridad (se aprobaron el 24 de noviembre) ni había habido huelgas. En España aún no se habían aprobado las reformas del nuevo Gobierno del PP. Ni se habían presentado los Presupuestos. Ni había salido un Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, hablando de la "difícil" situación de España. De una situación límite. Tampoco había habido la huelga del 29M.

Y, sobre todo, a nadie se le había ocurrido un vídeo que recreara un golpe de Estado en un país deprimido y asfixiado. A nadie se le había ocurrido canalizar así el hartazgo, la pesadilla de despertarse cada día con titulares sobre recortes, recortes y más recortes. Y, bueno, hoy era un fake y era la risa, pero, como me decía Peixoto y hoy me queda que ni pintado, con tanta "situación límite" y tanto "ajuste" a los mejor portuguesitos y españolitos pasamos del descojono al funeral por la vía rápida sin anestesias ni vaselinas. #prayforspain