martes, 20 de noviembre de 2012

Mujeres del mundo, uníos

En estos momentos colaboro en dos medios en los cuales soy la única mujer. Uno de ellos es una revista digital, Neville, en la que colaboran otros once periodistas. La otra es una estación de radio, El Estado Mental, en cuyo estudio hoy sólo había hombres. Quizá no debería tomarse muy en cuenta, pero es un dato que me parece curioso.

Al programa de radio de hoy, el primero, he invitado a una mujer, la actriz Ester Bellver, que tiene en cartel en la sala Triángulo de Madrid la estupenda obra Todas a la Una, basada en textos de Agustín García Calvo y cuyos personajes son todos femeninos. Antes de la entrevista le he comentado esta extraña situación de sentirme "la única". Se ha quedado pensativa. "Quizá sea por el tema de la familia", me ha deslizado. "Sí, puede ser. Parece que cuantos más años cumples menos mujeres ves a tu alrededor en temas laborales. Y quienes dirigen o montan las cosas son ellos", le he contestado. Luego me he puesto a pensar:  en el instituto, éramos mayoría las adolescentes; en la universidad, también éramos más chicas en clase (de Periodismo); en los primeros años profesionales, en la veintena, podrías encontrar un cierto equilibrio de géneros. Pero después... y es más, cuando las cosas parecen ponerse un poco feas y hay que arrimar el hombro y montar cosas surgidas de la nada... ¿dónde están ellas? ¿Dónde están mis compañeras, aquellas que estudiaron conmigo y se esforzaron con licenciaturas, másteres y demás?

Curiosamente, el proyecto de la revista digital EnCubierta que coordino desde hace unos meses está montado únicamente por mujeres. Somos tres. A las tres nos tocó salir al frío hace un tiempo. Y las tres hemos decidido salir adelante. Luchando para ponernos a resguardo. Desde el primer momento, las tres teníamos además en mente esta idea: "si no lo hacemos nosotras nadie va a venir a salvarnos". Parafraseando el cuadro de Lichtenstein, 'tranqui Brad que ya me salvo yo solita". Ahora bien, si es en compañía de otras que están como yo, mucho mejor.

En numerosas ocasiones, nuestro proyecto ha llamado la atención precisamente por ser tres mujeres las que lo han lanzado. Quizá no sea casual que le dé vueltas a todo esto cuando ando leyendo el ensayo Las mujeres y el desarrollo humano (Herder Editorial), de la última premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, Martha C. Nussbaum. En él se asienta una idea que debería ser exportada a todas partes: 'una de las grandes razones de la desigualdad es la poca unidad entre mujeres'. La filósofa analiza principalmente a la sociedad femenina de La India, pero extrapola sus problemáticas a las que sienten todas las mujeres en todo el planeta, puesto que como indica, "no hay país alguno que no trate a su población femenina igual de bien que a la masculina". En todos nos convertimos, más tarde o más temprano en "reproductoras, encargadas de cuidados, puntos de descarga sexual, agentes de la prosperidad de una familia", añade. La India, EEUU, Alemania o España. Oriente y Occidente. País desarrollado o en vías de desarrollo. Todas estamos en el mismo fango.

Para asentar su argumento, basado en que uno de los medios para salir del barro es mediante la unidad entre nosotras, recoge las declaraciones de trabajadoras como Vasanti, quien afirma que "a las mujeres les falta unidad y las mujeres ricas se aprovechan de las pobres". Ella, después de una vida de penurias consiguió salir adelante, y sabe bien por qué: "Las mujeres en la India tienen mucho que sufrir. Y yo he tenido mucha tristeza en la vida. Pero del sufrimiento ha nacido nuestra fortaleza. Ahora que nos va mejor a nosotras mismas, queremos hacer algo por las demás mujeres, para sentir que somos buenos seres humanos", señala. Precisamente así fue como surgió SEWA (Self-Employed Women's Association), que, al menos en 1999 (fecha de edición del libro) tenía 50.000 miembros y ofrece ayuda para que ellas monten sus propios negocios.

Nussbaum es consciente de que a las mujeres nos ha faltado la unión durante demasiado tiempo. "No siempre las mujeres han sido capaces de organizarse para combatir la desigualdad", afirma. Y, desde luego, es evidente que no lo hemos hecho igual de bien que vosotros, chicos. Por muchas asociaciones de mujeres que se hayan montado desde el siglo XX, hay algo de camaradería de bar, de partido de fútbol y de montar negocios que vosotros tenéis y de lo cual nosotras carecemos. Marx dijo hace tiempo aquello de 'obreros del mundo, uníos' como medida para enfrentarse al patrón. Esto no quiere decir que ahora el enemigo sea el hombre en sí, pero chicas, algo está pasando y hay que tomar cartas en el asunto. Que hemos estudiado y trabajado demasiado para tirarlo a la basura. 

lunes, 29 de octubre de 2012

La otra postal de Estambul

Entre todas las historias que puedes escuchar y leer sobre Estambul la que más me gusta es la de Mehmet, el conquistador. En 1453 entró en Constantinopla con todo el ejército otomano. Muchos de los ciudadanos, aterrorizados, decidieron refugiarse en la basílica de Santa Sofía, dedicada al culto cristiano. Sin embargo, eso no fue ningún obstáculo para Mehmet. Una vez que los ríos de sangre llenaban las calles de la urbe, el ejército entró en la basílica, degolló a todos los que se encontraban en su interior y, entonces, un mulá se subió a uno de los púlpitos y empezó a entonar la oración del Corán. Ahí se acabó Constantinopla, lo que quedaba de Bizancio y el cristianismo. Santa Sofía, por supuesto, se convirtió en mezquita. Los libros de Historia occidentales lo llamaron la caída del imperio bizantino. Para los otomanos fue la Conquista de Constantinopla. Dos maneras de ver la historia. Dos formas de ver el mundo.

Esta dualidad persiste aún en la ciudad. Dividida por el Bósforo, a un lado se encuentra la parte musulmana, con sus mezquitas, los palacios de los sultanes y una barriada llena de mercadillos, bazares, mujeres que llevan el velo y hombres con túnica y barba. Es más, si se sale un poco del circuito más turístico (mezquita azul, Suleyman, Gran Bazar etc) se llega a Fatih, barrio en el que culebrean las mujeres cubiertas de arriba a abajo. Por otro lado, si se cruza el mar por el puente Galata, una aparece en Istiklal y Taksim. Una calle y una plaza que podrían ser una copia de la madrileña Preciados y la Puerta del Sol, salvando las distancias arquitectónicas. Mango, Topshop, bares, cervecerías, pubs, chicas y chicos en vaqueros y algún velo. 

Esta estampa es, en cualquier caso, la de todas las agencias de viaje. Estambul, ciudad de las dos culturas. Cruce de tradiciones. Bla, bla, bla. Si una se queda con la postal, eso es lo que se encuentra. Por suerte, cuando estuve allí tuve la suerte de conocer a un chico español que lleva viviendo tres años. Estuvimos hablando largo rato y sus impresiones me resultaron un tanto curiosas. 

¿Te parece europea la parte de Istiklal? Cierto, lo es. Pero no tiene nada que ver a cómo era hace sólo un par de años. Aquí había terrazas, se bebía alcohol. Ahora lo han prohibido. ¿Crees que cada vez menos chicas llevan velo? Qué va. Al contrario. Han aumentado. Y antes lo de Fatih era lo extraño, pero cada vez hay más mujeres totalmente cubiertas. ¿Sabes? Una amiga española se marchó de aquí porque le era imposible ir a un parque a leer sola. Enseguida se le acercaban cuatro o cinco tíos a darle el coñazo. Habrás notado que los chicos te miran mucho. Antes se cortaban más, pero es una actitud machista que va a más. Yo estoy bien, pero si esto sigue así acabaré yéndome. 

Todo eso me dijo. Hablamos del presidente Erdogan, del partido islámico moderado Justicia y Desarrollo. "En realidad, él tiene el poder Ejecutivo, pero el Legislativo y el Judicial lo tiene el partido islámico. Y su labor se está notando mucho", insistió. Justo en aquellos días se habían producido varios incidentes en la frontera con Siria, ya que numerosos refugiados de la guerra acudían a Turquía. "Habrá que ver hasta qué punto tiene todo esto que ver con la islamización de la que hablas... Siria, pese a la dictadura y todo lo demás, absolutamente deleznable, no dejaba de ser un país laico", le dije más o menos (por supuesto, no es literal). "Yo creo que está claro. Están intentando crear un telón de acero islámico", señaló.

A la vuelta, ya en el aeropuerto, tras dejarme en la maleta que facturé los dos libros que llevaba, me compré 'Estambul', de Orhan Pamuk (vale, ya sé que es una obviedad). En él habla de su infancia en los años cincuenta y sesenta en la ciudad. Pamuk pertenece a la burguesía progresista y evidentemente es la mirada del privilegiado, pero me resultó interesante cómo describía a un Estambul donde las mujeres llevaban minifalda y donde el estilo de vida se podía asemejar al de un París o un Londres. Me acordé entonces de Fatih, de la chica que salió huyendo porque no podía leer en un parque y de Mehmet entrando a cuchillo en la ciudad. El conquistador estaría orgulloso, pero a mí desde luego no me gustó nada. Y, vale, ya sé que hay una posición interesada (y conservadora) que pretende que se vea islamización por todas partes en el mundo árabe, pero, existiendo tantos factores que se ven con sólo rascar un poco, ¿vamos a permitirnos el lujo de retroceder 500 años? La postal de Estambul será muy bonita, pero tapada de pies a cabeza no creo que se vea igual.




jueves, 27 de septiembre de 2012

Si queréis entender qué está pasando, leed a Orwell

Las cosas que me producen más placer suelo encontrármelas por casualidad. Sin pretenderlo. Sin buscarlas. Y hace algunos días, por suerte, me volvió a ocurrir. Llevaba un tiempo sin leer un libro que me entusiasmara de verdad. Había dado con alguno entretenido, pero la mayoría los había dejado directamente a las cuarenta páginas (de media) sin ningún tipo de remordimiento. Entonces, el pasado fin de semana, a horas intempestivas de la noche, comencé a bucear en mi librería donde todavía hay algunos que me he llevado a casa y no he tenido tiempo de leerlos. Y allí estaba: un libro pequeñito, de bolsillo, titulado El león y el unicornio y otros ensayos, de George Orwell. A saber cuánto tiempo llevaba ahí. A saber por qué lo tenía. Pero comencé a leer y entonces me relajé. Vale, ya estaba disfrutando otra vez. Un gus-ta-zo.

Orwell no es en este libro ni el de Homenaje a Cataluña, ni Rebelión en la granja ni 1984. Es una voz personal e íntima acerca de aconteceres políticos y muy reales en la Europa de los años treinta y cuarenta. En realidad, es como un blog, si en aquellos años hubiera existido Internet. Pero lo mejor de todo, al menos así lo he interpretado yo, es que los ensayitos podrían ser tan actuales como si  hubieran sido escritos en estos días. Eso me gustó mucho, pero a la vez me dio un poco de miedo: ¿no hemos cambiado nada? ¿No hemos aprendido nada? ¿Esto de la Historia es dar vueltas y vueltas en espiral?

Por ejemplo. En el primero de los ensayos habla de su experiencia como librero en Londres. En él cuenta cómo los clientes no se suelen llevar ni libros de Dickens, ni de Hemingway ni de Wodehouse, sino que optan por los bestsellers de entonces (nombres que no vale la pena citar porque ya están en el total olvido). Y abunda: las mujeres prefieren esa novela mala, pero que está leyendo todo el mundo. Una novelita romántica, a poder ser. Entonces yo me acordé de la actual 50 sombras de Grey, leída, no nos vamos a engañar, sobre todo por mujeres. Vale que el supuesto erotismo que tiene 50 sombras... seguramente no lo tenían las novelas de entonces, pero lo que habremos ganado en escenas explícitas desde luego no lo hemos ganado en una mejora del gusto literario. Lo que pega es lo que pega. Ahora y hace sesenta años.

Más. En el ensayo En el vientre de la ballena, Orwell defiende Trópico de cáncer, de Henry Miller, publicado en 1935. Pero lo hace, principalmente, porque es una novela que va a la contra de lo que se publicaba entonces. Según Orwell, Miller explora la pasividad, el quietismo, el dejarse llevar y el decir: "no puedo hacer nada ante lo que está ocurriendo". Para el británico, lo mejor de la novela es que refleja al hombre corriente. No hay nada forzado. En realidad, es así. Es esa "mayoría silenciosa" que aplaude ahora nuestro presidente del Gobierno. El hombre que, lejos de protestar, acepta. Asume. Traga.

Este hombre quieto que acepta por supuesto tiene un punto de reaccionario y Orwell lo relaciona con los personajes de las novelas de los años veinte, mucho más que con las de los años treinta. En los años veinte, dice él, se publicaron muchas historias en las que nunca pasaba nada. Eran principalmente ejercicios formales, como el Ulises de Joyce o Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin. No había intención ninguna, mucho menos política. Y esto es, según Orwell, porque en los años veinte "reinaba una comodidad excepcional". "Fueron la edad de oro del intelectual rentista, un periodo de irresponsabilidad tal como nunca se había visto". Y por eso se escribía sobre "el sentido trágico de la vida". Si no hay dolor de estómago por el hambre me dedico a escribir sobre el mal devenir cósmico, viene a decir el escritor. Después, en los años treinta, con la crisis económica de EEUU, con los tambores de guerra en Europa, la cosa cambió y aparecieron las novelas "de intenciones serias". "El literato tipo deja de ser un expatriado con inclinaciones que le aproximan a la Iglesia; pasa a ser un colegial de mentalidad ansiosa con inclinaciones hacia el comunismo", escribe Orwell.

Esto me llevó a pensar: ¿puede ser lo mismo que haya ocurrido en los años noventa y dosmil con toda esa música pop indie que en realidad no tenía ningún tipo de intención política? ¿Es por eso que Russian Red, que admitió que era de derechas, se convirtió en musa gafapastera? Y que conste que hay varias canciones de ella que me gustan (y mucho). ¿Es por eso que triunfó la Generación Nocilla en la literatura? Y que también conste que algunos libros de estos escritores también me gustan. ¿Estamos entonces, en estos tiempos que nos tocan ahora, ante un aluvión de novelas políticas, de esas con intención? ¿El pop indie dejará de ser un universo de llorones porque él/ella me ha dejado? ¿Porque no tengo dinero para ir a drogarme en la próxima fiesta?

Orwell, no obstante, también alerta: las novelas que caen en la más pura ortodoxia, en la defensa de un mensaje propagandístico acérrimo, en el refugio que propone un mesías (sea cual sea) sin lugar a la crítica, tampoco serán buenas novelas. "Las buenas novelas las escriben los que no tienen miedo", concluye Orwell. Por eso vuelve a Miller, que escribió su Trópico de cáncer a contracorriente.

Yo no tengo ni idea de lo que va a suceder ahora. Tampoco si es muy cierta la comparación años treinta-2012, aunque sí hay algunos parentescos. Sólo sé que Orwell me ha hecho feliz durante algunas noches y eso siempre tengo que agradecerlo. Y como estoy solidaria, lo comparto. Si podéis leedlo. Guarda muchas más cosas de las que he contado y es, simplemente, pura delicia. 

martes, 21 de agosto de 2012

La mejor novela del año

No te conocía Kevin Canty, pero ahora te quiero. Porque creo que has escrito una de las mejores novelas de los últimos años. Porque posees un lenguaje lleno de sensibilidad. Porque no eres cursi. Porque, sin embargo, me has agitado, has traspasado mis entrañas y me has hecho feliz leyendo. Porque eso no lo consigue casi nadie. No me deis a Franzen, ni a Auster ni a un descarado Dennis Lehane. Te quiero a ti, Kevin. Como antes he querido a Richard Yates, a Carver, a Bukowski o a Hemingway. Esos capullos que me angustian, me remueven, pero cuyos libros, e incluso diálogos, recordaré toda la vida. Y eso es lo que merece la pena.

Kevin Canty, reconocido autor de cuentos, ha escrito Todo, una novela publicada en EEUU en 2010 y en España este año por Libros del Asteroide. Es un librito de cubierta azul que tenía pendiente en mi atestada mesa de noche. Hace unos cuatro días lo cogí para probar. Y entonces, poco a poco, mientras el calor asolaba las noches insomnes, me fui introduciendo en la historia de RL, un hombre de mediana edad que vive en un pueblo del estado de Montana. Un lugar donde hace frío y la gente se dedica a la pesca. RL está divorciado y se relaciona con una amiga de su edad que perdió a su marido hace una década, su hija de 19 años y otra amiga, examante, que padece un cáncer terminal. En la novela fluye el alcohol a borbotones como medio de huida de un mundo que muchas veces da asco. La soledad y el dolor planean inmisericordes por sus páginas. Pero a la vez hay un prurito de resistencia, de optimismo, de pensar que todo pasa y de que si hay una salvación esta no llega a través de la religión o la fe, sino del amor hacia otras personas, aunque esto también duela. Lo peor, como dice RL, es la futilidad. Lo demás es ese Todo.

"De momento ella le perdonaría. Lo que había hecho estaba mal. Al mismo tiempo era un poco emocionante. Parecía peligroso, revelador" (...) "Hablamos y hablamos y hablamos y nunca decimos lo que queremos decir" (...) "Podía seguir adelante, podía ir tirando sola, coger las pequeñas granadas de mano que la vida le arrojaba. Era una persona fuerte, pero no había nacido para esta vida".

Estas son sólo algunas de las frases subrayadas del libro. Casi podría haberlo subrayado entero. Porque está lleno de esos momentos sublimes que supongo conforman la vida al fin y al cabo: la muerte, enamorarse, tener una ruptura, sentirse solo. Esos momentos que te hacen sangrar por dentro. Lo demás, ya lo sabemos, es siempre fútil.

Mientras leía pensaba por qué apenas se le había dado cuerda a este libro en la prensa. Por qué ésta está llena de reseñas de los mismos escritores de siempre. Aquellos que se subieron al cetro mediático y ya nunca bajaron. Sí, esos Franzen (¿de verdad Libertad es tan buena?), esos Auster (¿cuándo dejará de escribir sobre sí mismo una y otra vez y siempre de la misma manera?). Los periódicos se han convertido en la misma pantalla plana en la que ahora los leemos. Por mucha muerte que muestren, por muchas historias negras que relaten, a veces tengo la sensación de que no hablan de la vida real. Por eso prefiero adormilarme con una novela como la de Canty. Gracias a Luis Solano por publicarla en español. Todo es la vida sin trampa ni cartón. Enterita, con toda su podredumbre y belleza. Si pueden, leánla.

lunes, 13 de agosto de 2012

La cara oculta de las medallas

Hace unos días llegó a mis manos el libro Citius. Altius. Fortius. La cara oculta de las medallas (Atanor Ediciones), del periodista de Marca, Fernando Carreño. A modo de guía, en él explica a través de 673 epígrafes los aspectos y datos más desconocidos de los Juegos Olímpicos desde su creación en la Grecia clásica hasta la época moderna en la que el Barón de Coubertin devolvió los cinco aros al horizonte mediático. El periodista intenta no dejar ningún ángulo muerto y así recuerda cómo entraron las mujeres en el olimpismo, cómo se fueron sumando nuevos deportes y cómo ha sido la presencia española en los últimos cien años. Tampoco se olvida de los hechos más oscuros del Comité Olímpico Internacional (COI), con todas esas corruptelas que siempre suelen borbotear cada vez que toca elegir una ciudad organizadora.

Comencé a leer la guía cuando aún quedaban algunos días de los Juegos de Londres y como en los periódicos sólo encontraba artículos con los resultados de las competiciones o los perfiles de los deportistas laureados me pareció interesante ponerme en contacto con Carreño para hacerle algunas preguntas sobre cómo se lo estaba montando la capital británica. El periodista lleva años cubriendo el universo olímpico y es autor de varios libros sobre algunos de los cracks deportivos de las últimas décadas como John McEnroe, Steffi Graf o Pau Gasol, por lo que sabía que charlar con alguien versado en la materia me iba a arrojar más luz sobre el tema que ponerme a googlear sin sentido. Y, o lo hacía estos días en los que me quedaba embelesada viendo a las chicas de sincronizada y rítmica y a los tíos de piragüismo  o el asunto se me iba a escapar vivo. Así que escribí a Carreño. En unas horas recibí las respuestas. Un tipo estupendo, me dije. Pensaba transcribirlas en este blog de forma indirecta, pero después me decidí por el modelo de entrevista directa. Y aquí están prácticamente sin editar. A lo bruto:


¿En qué te has basado para la elaboración de esta guía sobre los JJOO?
He confrontado diversas fuentes históricas, desde libros de historia publicados en diversas épocas, a informes ofiiciales de juegos olímpicos, documentación del COI, informaciones periodísticas y, también contacto directo con algunos protagonistas.


¿Cuáles han sido los capítulos más difíciles a la hora de investigar?
Más que de dificultad, lo más trabajoso y a la vez apasionante era ir organizando el puzzle de todos las pequeñas piezas de situaciones sociales, políticas, deportivas y económicas inherentes a cada época, y deducir su influencia en el desarrollo cada edición y en la propia evolución de los Juegos.

La corrupción dentro del COI aparece a veces en la prensa pero parece que nunca se va hasta el fondo de la cuestión. ¿Hay una especie de velo tupido que impide  "manchar" la institución deportiva?
No lo creo. Sobre todo porque en la actualidad el mundo está muy globalizado y aunque en algunos ámbitos se pudiera tener interés en preservar la imagen del Comité Olímpico Internacional a toda costa, en otros no, de tal forma que mantienen sobre el mismo una vigilancia constante cuyos resultados no dudan en divulgar en caso de ser negativos. Poer ejemplo el mundo anglosajón, sobre todo el británico, no fue demasiado favorable al mandato de Samaranch y no vacilaron en investigar y publicar -haciendolo accesible a todo el mundo- cuantos puntos oscuros aprecieron durante el mismo.

¿Son los JJOO hoy más mercadotecnia que deporte?
 Son tanto una cosa como la otra. La mercadotecnia, sin una base de realidad, no se sostiene, o al menos no a ese nivel durante tanto tiempo. Pero sin mercadotecnia no se podrían conseguir los fondos necesarios para la supervivencia del movimiento olímpico.

Según explicas, la financiación de los JJOO procede principalmente de las retransmisiones televisivas. ¿Le siguen saliendo rentables a las televisiones los JJOO?
En algunos casos sí y en algunos no. A quien sí le salen rentables es al COI, que es quien recibe los derechos.

En 1992 Barcelona celebró los JJOO, después España sufrió una fuerte crisis económica... ¿Es una buena inversión para las ciudades o a la larga suponen un lastre?
Para las ciudades son una buena inversión, pero la misma no puede medirse en términos circunscritos sólo a lo que son los juegos: tanto invierto, tanto gano o pierdo. Los Juegos posicionan a las ciudades y son un fuerte apoyo a su desarrollo posterior. Dicho de otro modo, los Juegos proporcionan a ciudades y países una plataforma para el desarrollo, que luego son otros quienes deben aprovechar. Para Barcelona los Juegos fueron muy positivos. Para Atlanta y Atenas, no tanto.

¿Londres sufrirá a la postre  la celebración de las Olimpiadas si nos atenemos al actual momento económico?
En el caso de Londres es difícil de calibrar la evolución porque ya era una de las ciudades capitales en el mundo. Habrá que estudiarlo atendiendo a su evolución económica general del futuro, y si la remodelación urbana conseguida les aporta beneficio social.

1992 también supuso un punto de inflexión para España en cuanto al medallero. Aunque siempre se dice que el país que organiza aumenta hasta en un 54% su número de medallas, ¿qué ha pasado en el deporte español desde entonces? ¿Por qué no se ha repetido aquel éxito?
El éxito de Barcelona se ha mantenido en líneas generales. Desde entonces el número mínimo de medallas conseguidas en unos Juegos ha sido de 11, en el año 2000, el mismo número que las que se lograron, por ejemplo, de 1900 a 1976. En cuanto a finalistas, que son también otro buen baremo, nunca se ha bajado de momento de la treintena además de las medallas. Sin embargo, el modelo de Barcelona da muestras de agotamiento porque en cierto modo fue un modelo de urgencia que priorizaba el apoyo al éxito, dejándose para después complementarlo con programas de relevo. Desde entonces los fondos para la élite se han ido reduciendo, públicos y privados, sacándose en muchos casos de los programas de desarrollo de la base. Habría mucho de que hablar en cuanto a esto pero el deporte necesita un cambio de modelo económico. Las Federaciones, algunas de ellas, no han sabido adaptarse a la evolución de la economía y sociedad.

¿Cómo definirías la actuación de España en Londres? A priori parecen muchas menos medallas de las previstas... ¿Cuál es la causa de esto? ¿Hasta qué punto ha afectado la bajada en las becas ADO?
Previstas, según por quien. De acuerdo a los resultados de nuestros deportistas en competiciones previas, la mayoría están a la altura que cabía esperar. Y la bajada de fondos -y la que viene- por supuesto que afecta. El deporte de alta competición necesita dinero junto a talento. Sin una de las dos cosas, la otra no basta.

Por otro lado, han ganado medallas deportistas que suelen entrenarse al margen de los parámetros federativos y los centros del alto rendimiento... ¿Ya no sirve la infraestructura creada en Barcelona'92?
Más que la infraestructura, lo que hace falta es un cambio de modelo general del deporte.

Otro dato es el número de medallas conseguido por mujeres, ¿a qué lo podemos achacar? La lectura más plausible es que cada vez más mujeres practican deportes...
En efecto. Entre las mujeres, además, la práctica deportiva sigue teniendo un prestigio social mayor que entre los hombres -hablo de los jóvenes- Una vez superado el atraso histórico de la mujer en la práctica del deporte en España, han demostrado como en todos los ámbitos su talento y capacidad. Creo que en el deporte la igualdad de género es bastante alta.

¿Hay que reinventar los Juegos Olímpicos?
Los Juegos ya se han reinventado varias veces, sobre todo en la era de Samaranch, que los salvó de la desaparición. Si saben seguir evolucionando al compás de los cambios sociales, seguirán vivos. Los Juegos Griegos duraron 1.100 años, tanto como su civilización.

sábado, 11 de agosto de 2012

En defensa de las emociones

En Ifigenia en Forest Hills. Anatomía de un asesinato (Debate), leído de un tirón una noche de caluroso insomnio, la periodista Janet Malcolm cuenta la historia de un juicio sucedido en 2007 en EEUU. La acusada es una judía bujarí, Mazoltuv Borujova, a quien se le carga el homicidio de su marido, Daniel Malakov. El móvil, al parecer, es la custodia que ha conseguido este de la hija de ambos, Michelle, de cuatro años. El ensayo, riguroso y conmovedor, pone sobre la mesa la deficiencia de los juicios y cómo los jurados, por ser humanos, cometen fallos basados en las propias experiencias que tienen quienes lo conforman.

No obstante, lo que más me llamó la atención de la historia fue cómo los estereotipos culturales aún  determinan nuestras decisiones. Durante todo el juicio, la defensa de la mujer expone los posibles abusos sexuales que ha cometido el marido sobre su propia hija. Tocamientos y besos en la vagina. Todos se contestan por el fiscal como "una muestra de cariño" hacia la niña. Por el contrario, la acusación se encarga de crear una imagen de la mujer basada en su comportamiento emocional: es manipuladora, obsesiva, controladora y arrebatada. Emociones frente a hechos constatados. La mujer, emocional (y en eso está su error). Por supuesto, el jurado cree al fiscal y no deja un resquicio a la defensa. ¿Abusos sexuales? No, ella es la mala, que es una histérica.

Precisamente esta semana tuve un debate con una colega en la que hablábamos de la censura cada vez más abierta hacia la emotividad femenina. La charla llegó a raíz de una entrevista que publicó El País a la entrenadora de natación sincronizada, Ana Tarrés, en la que su titular era 'He creado al equipo con parámetros machistas". Durante toda la conversación, la entrenadora insistía en que había querido doblegar las emociones de las nadadoras para que se mantuvieran más ¿racionales? ¿o masculinas es lo que quería decir?. Un terrible topicazo tras otro que, sin embargo, parecen más en boga que nunca: la mujer es emotiva, ergo histérica y eso no le hace triunfar. El hombre es más racional, menos emotivo, y ahí está su victoria. Un argumento que, terriblemente, compran hasta las propias mujeres.

Aunque mi amiga discrepaba de mí (al final, no obstante, parecimos llegar a un acuerdo en que tantos hombres como mujeres somos emotivos y racionales, perogrullada al fin y al cabo), la entrevista y charla me llevó a pensar en otro libro muy criticado por cierta corriente feminista: Capital erótico, de Catherine Hakim. Yo no estoy muy de acuerdo en algunos de sus postulados, pero sí en que la mujer tiene un poder erótico y sensual que no está al alcance del hombre y que si lo utiliza podría conseguir muchos objetivos. Sí, hasta un puesto de trabajo. Muchas mujeres identificaron esta teoría como el típico "trabajito sexual" para conseguirse al jefe (un tío, por supuesto). También calificaron el argumento de Hakim como algo ya superado por la liberación sexual. Yo no lo veo así. Al contrario, como ocurre con el tema de las emociones, ¿por qué hay que censurar la belleza de la mujer y su coquetería? Es más, ¿por qué eso es malo? ¿Hay que ir hecha unos zorros, vestir sin marcar curvas porque así te tomarán más en serio? ¿No puede una mujer llorar tampoco? ¿No puede mostrarse arrebatada? Y que conste, eso tampoco es ser una histérica ni tampoco que no sepa cuándo y cómo ha de dominarse.

En estos tiempos de gallardonismo cavernícola, donde creo que están en juego otros derechos mucho más importantes logrados durante tantos y tantos años de lucha, me parece más pertinente que dejemos de coartar (aunque sea sibilinamente) ciertas conductas o comportamientos de las mujeres. Dejad que nos riamos y lloremos. Dejad que salgamos a la calle con los labios pintados y minifalda mientras levantamos esas pancartas que ahora vuelven a ser más necesarias que nunca. A vosotros, chicos, no se os ha permitido llorar durante siglos. No cometamos el mismo error. No seamos todos robots futuristas a lo Marinetti ni esas estatuas hieráticas que tanto admiraba Hitler. 

jueves, 7 de junio de 2012

¿Por qué el proyecto EnCubierta?

A mí me hubiera gustado que nada hubiese cambiado. A estas alturas me encantaría estar cubriendo la Feria del Libro y estresadísima por no llegar al cierre. Me gustaría estar cansada de recorrer las casetas, de salir tarde de la redacción de Público y de apenas tener vida pensando en todo lo que tendría que hacer al día siguiente. Puede que sea un mujer conservadora. Cambios no, por favor. A mí me gustaba todo tal y como estaba.

Pero aquello, como todo el mundo sabe (qué frase más de Rajoy, vaya), se volatizó. Aunque no lo sabía, ya por la primavera de 2011 se mascaba la catástrofe en Público. Para mí el verano transcurrió tranquilo, cubriendo la Semana Negra de Gijón y alguna cosilla durante la canícula madrileña. Sin embargo, los mentideros ardían. Tanto que en septiembre explosionaron. Se anunció un ERE y yo me fui de vacaciones. Después vino todo de golpe. Una treintena de personas abandonaron el periódico y este entró en una cuesta abajo sin frenos. El 24 de febrero de 2012 todo se había acabado. Si me gustaba la Feria del Libro, si me gustaba andar estresada de un lado para otro, ya podía ir olvidándome. Fin. Fin. Fin.

Hacia marzo, cuando aún se dilucidaban las indemnizaciones de los trabajadores de Público, cuando el día a día transcurría entre asambleas y emails enviados a medios, me llamaron María Álvarez y Begoña Minguito, un par de colegas del sector de la comunicación editorial. Nos conocíamos de forma profesional. Ellas me hablaban de autores y yo les "compraba" o no las entrevistas. Esta transacción, sin embargo, pertenecía a la que ya era "mi otra vida", aunque yo aún no lo tuviera nada claro.

En nuestra primera reunión, María y Begoña me comentaron que querían comenzar con un proyecto importante de promoción y que les gustaría contar conmigo para la escritura de los contenidos y para compartir posibles ideas. Mientras eso sucedía mi empeño continuaba siendo buscar empleo como periodista en los medios. Una obcecación que chocaba con todo lo que veía y escuchaba a mi alrededor: anuncios de nuevos EREs en periódicos generalistas, en la agencia EFE... Más de un 30% de periodistas en paro en el último año... 6.000 a la calle.... Lo que había ocurrido con Público se replicaba en sus competidores (aunque las razones puedan ser distintas). Desolador. Y aún quedaba mucho por venir.

Esta frustración, sin embargo, fue el motor para lanzarme de lleno al proyecto que me presentaban María y Begoña. Comenzamos a quedar más. Bien, los medios están tocados de muerte, pensaba. Viene una mala época. Y, es más, los nuevos proyectos que aparecen en el horizonte (como el Huffington Post participado por PRISA) no parece que vayan a sacar a los periodistas del paro si no hay contratos, si los sueldos son miserables o si, simplemente, no se paga a los trabajadores. ¿A dónde voy con mi grabadora, mi boli y mi cuaderno?

Con esta sensación sobre los hombros, cada vez tenía más claro que el proyecto que me ofrecían Begoña y María era lo más interesante y honesto que podía hacer en esos momentos. No quería venderme gratis ni por cuatro duros, aunque amase la profesión periodística. Fue así como la idea  fue cuajando e inspiradas por el escritor Marc R. Soto a finales de abril empezamos a pergeñar la revista EnCubierta dentro de un proyecto de comunicación (en la era digital) que habíamos llamado 5ymedia. El magazine, que iba a ser completamente digital y que estaría dedicado a los ebooks, era también como el proyecto de fin de carrera después de años dedicada a la información del libro electrónico. Ahora se trataba de poner los conocimientos aprendidos sobre la mesa con la posibilidad, además, de seguir haciendo entrevistas a los autores con lo cual me quitaba el mono periodístico.

Esta fue la razón  que me llevó a volcar mis energías en EnCubierta. En realidad, una especie de puñetazo cuando las cosas se ponen feas. Quizá nace de la ira, de la frustración, de la desolación, pero obtienes la gratificación del trabajo honesto y bien hecho. Y, sobre todo, en estos tiempos de pillaje, de un periodismo que parece que da vueltas en el sumidero de la bañera, sé que nadie me está tomando el pelo.





jueves, 31 de mayo de 2012

El discurso fácil de la Feria del Libro de Madrid

Me dicen que lo que funciona este año en la Feria del Libro de Madrid son los libros infantiles. Me lo han contado hoy varios periodistas y, al parecer, es la tesis que se está publicando en los medios de comunicación. Me voy a esas fuentes y me encuentro con la crónica de RTVE, que aunque no da ningún dato, sí que cuenta con varios testimonios que demuestran que sí, que son los niños los que están tirando del carrito de las ventas. Con eso tendremos que quedarnos.

Buceo un poco más, porque esto de los libros infantiles es un poco como contar que en invierno hace frío. Es evidente que la feria es una ocasión que tienen todos los padres para sacar a pasear a sus niños, enseñarles los puestos y, de paso, comprar algún libro, aunque no esté el bolsillo para muchos dispendios. Pero por eso la feria está en un parque. Por eso viene al pelo que haga sol y buena temperatura. Por eso a muy pocos metros hay guiñoles y payasos para los más pequeños. Yo misma me recuerdo de niña disfrutando de esta atracción libresca. Por tanto, ¿que la feria se sostiene con los libros infantiles? Nada nuevo bajo el sol.

La cuestión es ¿qué ocurre con el resto de libros? Les pregunto a los periodistas qué saben de esto. No hay muchas respuestas. Es evidente que la crisis económica, este momento tan de crash financiero que vivimos ahora, hace mella. Ya el año pasado las ventas bajaron hasta un 30%, aunque entonces muchos acusaron al mal tiempo. Cierto que en 2011 llovió e incluso llegó a hacer frío, pero ¿este año? ¿También hablaremos de nubes y chubascos? A una media de 20 euros serán muchos los que se piensen la compra y prefieran quedarse con el paseíto, la cerveza y el disfrute del sol.

Por otro lado, ahí está el tema del libro electrónico. Ya no es noticia que cada vez más personas leen en Kindle, iPad u otros dispositivos. Uno de los periodistas con los que charlo me comenta que las descargas están haciendo mucho daño. No estoy del todo de acuerdo. Hoy puedes encontrar libros por menos de dos euros en la red. Y las editoriales poco a poco están cambiando el chip. De hecho, hoy Mondadori presentó su nuevo sello digital Flash con relatos breves que cuestan hasta 1,49 euros.

Por tanto, si tenemos que el libro en papel es caro para los tiempos que corren y que cada vez hay más oferta en el entorno digital, ¿no es el momento de darle un buen meneo a la Feria del Libro? Para empezar con los descuentos y para terminar con las actividades. Nunca he estado en la Feria de Guadalajara, en México, ni en la de Buenos Aires, pero desde allí siempre me hablan de actividades con aforos repletos. Porque los escritores que acuden interesan, porque las charlas y las temáticas son atractivas. Aquí no sucede lo mismo. Las carpas están medio vacías y lo peor es que nadie se entera de nada, ni de qué escritores van a hablar ni de qué se va a hablar. Por mucho que este año se haya dicho por activa y por pasiva que el invitado es la literatura italiana.

Me gusta mucho la Feria del Libro. Me encanta pasear por el parque y no me gustaría nada que las casetas acabaran en un lugar tan frío como Ifema. Como si esto fuera la Feria de Fráncfort. No, no. Ni somos alemanes ni queremos serlo. Tenemos nuestro propio modelo, entre lo lúdico y lo literario y hay que conservarlo. Pero es necesario darle una vuelta de tuerca. Veremos qué cifras de ventas obtenemos este año. Y sin son malas, por favor, que no se incida (como ha sucedido ya desde el principio con la visita de los príncipes), en que la literatura infantil está que lo parte.

martes, 15 de mayo de 2012

Corresponsales de guerra: un periodismo que no muere

Cuando a finales de los noventa entré en la facultad de periodismo, si se hubiera hecho una encuesta sobre las razones de estudiar esta carrera la mayoría hubiera respondido: "Quiero ser corresponsal. Quizá de guerra. Quiero viajar". Entonces muchos acabábamos de salir del instituto hipnotizados por las crónicas de Arturo Pérez-Reverte o Jon Sistiaga en la Guerra de los Balcanes. Alucinados con  las imágenes del fotoperiodista Gervasio Sánchez. Y aquello nos parecía emocionante. Además, gozaba de minutos y minutos en la tele. Páginas y páginas en los periódicos. A pesar de que pudieran pasarlas putas en aquellos lugares conflictivos (como dijeron ellos muchas veces), estos periodistas eran reconocidos. Aquel periodismo tenía un valor para el lector y el espectador. Y el redactor-jefe lo sabía. O al menos eso nos parecía a todos nosotros.

Pérez-Reverte y Sistiaga pertenecían a una generación posterior a la de Manuel Leguineche y Enrique Meneses. Este último había sido el periodista que contó la revolución cubana. Que anduvo con el Ché y con Fidel por Sierra Maestra. Era un clasicazo. El puto amo para los yogurines que llegaron más tarde.

Un par de décadas después no sé si en las facultades de periodismo se entra con el deseo de ser corresponsal algún día. No sé si la cosa va más bien de ser tertuliano. Ando completamente perdida en ese tema. Lo que sí sé por compañeros es cómo está la situación del corresponsal (de guerra) hoy. Cómo a marchas forzadas está desapareciendo la figura del corresponsal de plantilla, del enviado especial a los puntos calientes del planeta. Con la (excusa) de la crisis, vale más un teletipo. Valen más cuatro telefonazos desde Madrid. Chicos, hacemos un refrito y tiramos para adelante.

Ante esta tesitura, Seguimos informando, el libro del profesor y comunicador Xabier Iglesias, cobra una especial relevancia. Se trata de un compendio de entrevistas a una nueva generación de corresponsales freelance  Zigor Aldama, Martín Aldalur, Mikel Ayestarán, Ander Izagirre, Daniel Burgui, Antonio Pampliega, Alberto Arce y Xavier Aldekoa.  Mis compañeros de quinta hablan de las condiciones laborales, de la lucha por que su relato llegue hasta el redactor-jefe, que hoy parece mirar para otro lado asfixiado por el cinturón que imponen esos inversores mesías que jamás fueron periodistas. Son casos que recuerdan al de Samuel Aranda, el fotoperiodista ganador del World Press Photo de 2011, cuyas imágenes del conflicto en Yemen fueron rechazadas por todos los medios españoles. Así ha cambiado el cuento.

Seguimos informando, "el periodismo que nunca muere", como dice Xabier Iglesias, se apoya para su publicación en un servicio cada vez más utilizado en esta época: el crowdfunding, o la financiación colectiva. Lo hace a través de la plataforma de Libros.com y necesita 150 apoyos (de un mínimo de cinco euros para conseguir el ejemplar en su versión digital). Una nueva forma de dar un impulso a la profesión periodística. Una nueva manera de hacerle un quiebro al mercado y de creer entre todos en un proyecto. Quizá acaba de nacer una nueva (y exitosa) fórmula de financiación. Lo que, desde luego, no ha muerto es la necesidad de la información. Este post es una buena noticia.




lunes, 7 de mayo de 2012

Delitos y faltas del festival SOS 4.8

Dicen que al festival SOS 4.8 de Murcia acuden diariamente unas 30.000 personas. Dicen también que reúne un buen surtido de bandas indie, de las divertidas, de las que te hacen bailar. Y dicen que está bien montado y que es un puntazo que haya un escenario de música clubber durante todo el día a la entrada del festival. Eso es al menos lo que he leído hoy en la prensa sobre lo ocurrido este fin de semana en la capital murciana. Y es cierto.

Sin embargo, como ocurre con casi todos los relatos, en esas crónicas faltan datos. Aviso: yo no soy muy festivalera y no conozco bien cómo funciona por dentro un festival, pero este fin de semana estuve en el SOS y hay ciertos aspectos que deberían desaparecer definitivamente. Sobre todo, por el bien del festival y del que acude a escuchar música (y, principalmente, a gastarse una pasta gansa).

Veamos. Hace un año mi excompañero de Público Jesús Miguel Marcos escribió un fantástico reportaje en el que nos informaba de la financiación de los festivales. Del SOS indicaba que su presupuesto en 2011 había sido de 2,8 millones de euros, de los cuales el 64% tenía una procedencia pública (muchísimo más que el Primavera Sound, que sólo tiene una aportación pública del 3,6%). Este año, sin embargo, el presupuesto quedó congelado. Austeridad, recortes. Ya saben. La crisis y las recetas clásicas.

Recetas que, por otra parte, parecen no tener muy en cuenta al festivalero. Al que acude al recinto gastándose: 1) la entrada (mínimo 40 euros por dos días), 2)  el alojamiento (con casi todas las plazas ocupadas desde noviembre, unos 70 euros por día), 3) la comida (otros 25 euros diarios) 4) la bebida (a 7,5 euros la copa hagan ustedes su propia cuenta, según la capacidad de su hígado y bolsillo). A estos gastos hay que sumar nuevas medidas como el cobro del programa de mano (dos euros) o el hecho de que al comprar la bebida mediante tickets de 2,5 euros en muchas de las barras sólo te dejan comprar un número par de tickets (por ejemplo, para tres copas (22,5 euros) tienes que pedir 10 tickets, en vez de los 9 tickets justos). Así se garantizan que vuelvas a consumir.... y a gastar.

Redondeo final: 300 euros en dos días que si multiplicamos por las 70.000 personas que se dejan caer por el recinto murciano dan como resultado 21 millones de euros (es la cuenta de la vieja, sí, pero calculen más o menos).

Y todo eso para qué. Por supuesto, una disfruta de la música (este año chapeau para Friendly Fires, The Kills y Gossip, y suspenso para Pulp) y sabe por qué viene a un festival. Eso sí, cuando está dispuesta a una inversión de tal calibre quiere al menos ciertas comodidades (que para eso las está pagando) como: 1) unos baños limpios (estaría buenísimo que se contratara a una empresa que los limpiara de un día para otro: al segundo día  necesitas un neopreno y mascarilla para entrar en esos receptáculos de plástico), 2) mejor información (muchos nos perdimos el concierto de Kiko Veneno porque nadie te cuenta que en el auditorio necesitas una entrada diferente a la de la pulserita global), 3) decencia con el precio de las copas (lo de los tickets pares es un mal invento), 4) No contraprogramación (no, no mola que a la vez actúen Love of Lesbian y La casa azul).

Digo yo que con estos 21 milloncejos que ponemos entre todos, algo se podrá hacer al respecto. Porque no somos ganado y porque si aplican esas medidas de austeridad, del recorte y la congelación, al menos que no nos tomen por idiotas. 

viernes, 27 de abril de 2012

J. K Rowling da el golpe: Harry Potter sin DRM

La autora de Harry Potter es más lista que el hambre. No, J. K Rowling no se ha hecho rica simplemente por crear la historia de un mago adolescente que debe enfrentarse a malvados enemigos y a toda una sarta de hechicerías. Rowling tiene mucho ojo en el negocio editorial. Su última jugada ya ha dejado boquiabiertas a las editoriales y a las tiendas online, que se han quedado con cara de "qué estamos haciendo". Atentos.

Esta semana se ha conocido que la próxima novela de la escritora británica, una historia para adultos, será publicada en español por Salamandra. Sin embargo, la verdadera noticia es la creación de la comunidad virtual Pottermore, que desde estos días ya está disponible en castellano. En ella, los lectores, que tienen que registrarse antes de entrar, pueden hacer comentarios de los libros y se puede adquirir todo el merchandising del mago, creándose así lo que los expertos denominan "la experiencia alrededor de los contenidos", mucho más jugosa en cuanto a resultados económicos que las reseñas del libro que pueden aparecer en la prensa tradicional. De hecho, es conocido que Rowling apenas ofrece entrevistas para promocionarse. Para qué.

No obstante el verdadero golpe de efecto de la autora millonaria es que a través de esta comunidad vende los ebooks de Harry Potter directamente a los lectores. Ha creado su propia tienda. Y, además, los libros digitales, que tienen un precio bastante competitivo, carecen de DRM, el famoso dispositivo anticopia que tantos quebraderos de cabeza ha levantado. ¿Qué está pasando?, se preguntan en Amazon. ¿Qué pasa con nosotros, que nos vamos a comer el mundo?, se cuestionan en Apple. Y mientras, Rowling sonríe: business is business. Seguid jugando muchachos.

La escritora, que durante mucho tiempo negó que sus libros tuvieran versión electrónica, ha sido, sin embargo, una de las primeras en aprovecharse de la venta directa, una de las tendencias digitales observadas en la Feria del Libro de Londres celebrada la semana pasada. Como apuntaba Javier Celaya recientemente en su blog este tipo de venta más el fin del DRM, más la relación directa con los lectores y la necesidad de fidelizarlos a través de nuevos servicios virtuales son las opciones que agitarán durante los próximos meses el negocio editorial en el entorno Internet. Por lo menos en el mercado anglosajón, que, de nuevo, es el que está marcando el paso, mientras el hispano se maneja a remolque.

En la Feria de Londres también habló Charlie Stross, autor británico de ciencia ficción y fantasía que se ha convertido en el director general de la comunidad Pottermore. Su postura reflejó un cambio de tendencia en cuanto a la culpabilidad de la piratería (digital) en el frenazo a los libros electrónicos. Según manifestó, los ebooks no autorizados de Harry Potter no provenían de las versiones digitales, puesto que estas no existían hasta hace unos meses, sino del papel. Es decir, la copia pirata era un escaneo del libro físico, un pdf manoseado en el mercado negro del libro, entregado a oscuras, en una esquina y de mala manera. El black market de toda la vida. Stross rebatía así a todos los autores (y editores) que no quieren que sus libros tengan versión digital por el miedo a la piratería y proponía la  medicina básica: nada de DRM y acceso fácil. Una receta clásica que parece que también ha calado en dos grandes editoriales anglosajonas como Simon & Schuster y MacMillan que, según todos los rumores, prevén quitar el DRM a sus ebooks. De hecho, como indicaba la revista Forbes ayer, MacMillan ya lo ha hecho con su colección de ciencia-ficción, Tor.

El próximo 4 de mayo se celebra el Día Sin DRM. Es una buena ocasión para reflexionar, para observar por dónde va el mercado y qué quieren realmente los lectores. Rowling, desde luego, ya lo ha hecho y si le va tan bien como con el pequeño mago, es para tenerlo en cuenta.




lunes, 23 de abril de 2012

Las librerías aún no se han extinguido

"Esta mañana Traficantes de Sueños y La Marabunta han colocado sus puestos enfrente del Valle-Inclán". Este ha sido uno de los primeros tuits que he leído esta mañana. Desperezándome me he dado cuenta del porqué de ese tuit: ok, ok, hoy es 23 de abril, Día del Libro, día del Cervantes, del Sant Jordi, de la Rosa, y sobre todo, de las cifras de ventas, de lo mal que irá el mercado etc etc. Vale, vale, hoy habrá muchos testimonios en la tele de gente que acaba de comprarse un libro (aunque sea para rellenar la estantería), otros tantos artículos del libro electrónico y de los que más venden. Estupendo: ya tenemos hecha la sección de Cultura del periódico.

A pesar de mi cinismo, yo misma me he metido a navegar por los artículos que hablaban de las estimaciones de venta. Y bueno, a pesar de que los grandes titulares de la jornada van de la recesión de la economía española, lo que se respiraba antes del dato final era optimismo. En un teletipo de EFE, Xavier Mallafré, el presidente del Gremi de Editores, insistía en que se podría llegar a los 18,5 millones de euros, algo más que en 2011, cuando se alcanzaron los 17 millones. Más o menos, en el mismo sentido se pronunciaban los libreros en  La Razón (donde se prefería hablar de las rosas) o El País, donde, por otra parte, se citaba sin escrúpulos a Carlos Ruíz Zafón, Aída Nízar, Federico Moccia, Mario Vaquerizo y Alaska, Ana García Obregón y Ferrán Adriá como buques insignia de un Sant Jordi con enormes colas de gente esperando a que les firmen un ejemplar. Vaya, vaya. Subamos o igualemos las ventas de libros, pero... ¿a qué coste? Sería para mirarnoslo, aunque tampoco es para escandalizarse demasiado: con la nueva aplicación Librosymapas.com uno puede enterarse de que en Madrid un 14,4% no lee nunca (porcentaje que en Extremadura llega al 40%). Así que, por favor, no nos pongamos estupendos.

Más. Esta vez en relación con el libro electrónico. Vuelvo a leer un titular manido: "Las ventas del ebook en Sant Jordi serán testimoniales". Pues claro. Primero porque aunque las ventas van al alza, aún estamos en torno al 2% (ahí hay una guerra de datos que no me atrevo a citar a nadie). Y dos: porque una feria del libro que no sea virtual aún está hecha por y para el papel. Para tocar y palpar las páginas, para leer las contraportadas y charlar con el librero. Personalmente, me encanta el formato ebook y sus nuevas posibilidades, pero también me gusta mucho lo físico y no creo que el debate sea entre la pantalla y el papel. Es otra historia.

Con esas he decidido acudir a ver los puestos de Traficantes, La Marabunta, Enclave Librería y Librería de Sexología, esta última, por cierto, una librería online que vende en papel y que ha abierto hace un año con vistas a establecerse en un local. Estos puestos, colocados al lado del Teatro Valle-Inclán, en Lavapiés (Madrid), ofrecen libros que se salen de la lista de la que me hablaban todos los periódicos. Ahí están los títulos de Alpha Decay, Periférica y de otras editoriales más pequeñitas, pero con libros inmensos que ahora son difíciles de encontrar, como el texto teatral de Darío Fo, Franca Rame y Jacopo Tengamos el sexo en paz. Y es que esa es otra cosa que me gusta de las ferias: la posibilidad de salirse de la tiranía de las novedades y encontrar las joyitas que una está deseando leer desde hace tiempo.

Por supuesto, he estado hablando con alguno de los libreros quienes me han confirmado que la mañana no les ha ido mal. "La cosa no está muy bien, pero tenemos que dejar de meternos unos con otros. Hay que criticar a los que hay que criticar", me decía uno de ellos. "Acabo de montar el puesto y aunque espero que venga más gente esta tarde, no está mal", me decía otra que tenía ya un cierto número de lectores bicheando entre sus ejemplares.

Yo me he comprado Teoría King Kong, de Virginie Despentes. Fue editado por Melusina en 2007 y desde entonces le tenía muchas, muchas ganas. Ha sido mi autoregalo.  Para alejarme de las tiranías, para sacarle un buen sabor de boca a este día y olvidarme de las listas de ventas, de los famosetes y comprobar que las librerías físicas y los editores con vista y amor a los libros aún tienen su sitio en un mundo que ya no se corta en comercializarlo todo.

viernes, 20 de abril de 2012

Lo que el recortazo cultural esconde (como ya advirtió Pasolini)

Hoy es el día de los recortes en Educación y Sanidad. Hoy los insignes miembros del Gobierno nos anunciarán los 7.000 euros que piensan ahorrar en sanidad a costa del pensionista y los 3.000 euros de educación con la subida de las tasas de las matriculas de la universidad en un 25%. Todo por el bien de España, dirán. De lo que no nos hablarán será del recortazo en Cultura, del que en las últimas semanas sólo hemos conocido pinceladas como el hachazo del ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales) al cine con una rebaja del 36% en su presupuesto anual. Y no hablarán porque para los políticos Cultura es, como me dijeron una vez, Parques y Jardines o la asignatura de gimnasia. Una maría. Y total, qué más da, si el cine español es una mierda, si aquí no lee ni dios (sólo un 52% de la población declara leer unos tres libros al año) y en teatro se prefieren los musicales a la americana.

No obstante, a los políticos sí les interesa el entorno cultural. Sí les interesa que haya un festival de teatro, de literatura, una Semana del cine, un concurso literario. Porque la cultura (o lo que ellos entienden por cultura) viste y vende. Ahora bien, lo que ellos desean es que sea a su imagen y semejanza. Total, aprovechando estos tiempos de crisis, con decir que es necesaria una "cultura popular", ponen en marcha el ventilador de los recortes. Así,  ¿un festival gafapastero en Gijón? No, gracias. ¿Escena contemporánea en Madrid? No, gracias. ¿Cosmopoética en Córdoba con toda esa poesía experimental? No, gracias. Mucho mejor un PapitoTour. Y, eso sí, que todo sea patrocinado por las empresas. Faltaría.

Al hilo de toda esta cuestión, esta Semana Santa estuve leyendo Pasolini, de David Toffolo, la novela gráfica sobre el artista italiano que acaba de publicar 451 Editores siguiendo esa magnífica colección que han puesto en marcha con títulos como Fahrenheit 451, The Beats y Chagall en Rusia. Y una, que es más de El evangelio según San Mateo que de Los diez mandamientos, no podía evitar pensar que lo que pone Toffolo en boca de un trasunto de Pasolini sea hoy de enorme actualidad: "El cine es sustancialmente poético. El problema es la comercialización de todo esto. La poesía no es mercancía, no se puede consumir. Es hora de decirlo: el hecho de comparar la obra con un producto y sus destinatarios con consumidores puede ser una metáfora divertida y graciosa, pero nada más. Si alguien dice en serio algo parecido, es un imbécil". Y esa es la filosofía de alguien que escribió una novela tan popular (que no populachera) como Los chicos del arroyo.

El traductor de esta novela gráfica es Cuqui Weller con quien me puse en contacto para que me contara algo más de este proyecto. Así pude saber que Toffolo es "un artista peculiar, es multidisciplinar y junta varias artes a la vez en su actuaciones". Un artista minoritario que creó al personaje de Pasolini del cómic a partir de un espectáculo musical. "Él iba dibujando, con música de fondo, el cuerpo de Pasolini en un tótem de cartón, que se va transformando, el tótem se convierte en Pasolini muerto, pero luego se levanta y habla a los espectadores", me señaló Weller.

Pero más allá de Toffolo quería ahondar en esas palabras del dibujo Pasolini en las que habla sobre la comercialización de la cultura. Un personaje que, como me dijo Weller, es "una persona angustiada por la situación que vive, que hace cine para reflejar de la mejor manera posible una sociedad a la deriva, la crisis de la pequeña burguesía". Y, precisamente, para el traductor también era sintomático que no es que hubieran cambiado las cosas desde la época del cineasta y escritor italiano sino que habían ido a peor:  "La cultura y la sociedad pequeño burguesa sigue en crisis, más bien ha aumentado su crisis. Cuando Pasolini hizo lo que hizo, el capitalismo no era tan atroz como lo es ahora, por lo que la cultura y la sociedad pequeño burguesa se ha acomodado aún más. No es para hacérnoslo mirar, es el mundo capitalista que crea una cultura de masas mediocre", me apuntó.

Pasolini fue un provocador en su época. Además de por sus ideas, muchos tampoco soportaban su homosexualidad. El 2 de noviembre de 1975 fue asesinado en circunstancias que aún no se han aclarado. De hecho, cada cierto tiempo aparecen en los periódicos nuevas teorías. No obstante, lo que es evidente es que su pensamiento filosófico, sus ideas, esbozadas en los sesenta y setenta, no han muerto. Auguraban la cultura que hoy tenemos encima. Y, es cierto que ya no nos matan por ser provocadores, pero sí nos gasean con el papitour. Eso es lo que el recortazo cultural esconde. Ole, ole y ole. 

lunes, 16 de abril de 2012

Ignacio Latasa, el señor de los ebooks (que convenció a Carmen Balcells)

"Hay una demanda que no está cubriendo el mercado". El editor navarro Ignacio Latasa (Pamplona, 1969), autor de esta frase y creador de la librería digital y editorial Leer-e, es posiblemente uno de los mayores impulsores del libro electrónico en España. Fue en 2005 cuando se embarcó en un negocio que por entonces era tan raro como un almacén de ovnis y desde entonces ha ido creciendo y creciendo hasta crear una de las editoriales españolas más interesantes del entorno digital con presencia en todas las tiendas digitales (desde Amazon a La Casa del Libro.com). Un sello que cuenta incluso con el beneplácito de Carmen Balcells, la superagente que le ha dado los derechos digitales de sus amores del boom latinoamericano (y españoles: en total 400 títulos). Chapeau.

La semana pasada volví a coincidir con Latasa en la presentación de su nueva colección digital Ibuku en el que ha conseguido embarcar a siete agentes literarios que le han prestado 93 títulos de 36 autores. Fue allí donde remarcó la necesidad de cubrir una demanda existente. Y fue allí donde le pregunté cómo había logrado que una mamma como la Balcells le diera unos derechos digitales que no le había dado ni a Mondadori (la editorial que publica en papel a García Márquez) ni a Alfaguara (el sello que publica a Vargas Llosa). "Le gustó nuestra propuesta y ya llevamos trabajando juntos muchos años", me contestó taxativo. Supongo que hay algo más que la confianza, pero Latasa se calló prudentemente ante la posibilidad de que sus palabras acabaran en un lugar inadecuado.

En cualquier caso, lo cierto es que el editor tampoco me mintió del todo. Desde que le conozco, sus palabras y su estrategia empresarial siempre me han parecido que van por delante de las de las editoriales más tradicionales. Es verdad que hoy, con la llegada del gigante Amazon y con el acelerón en la venta de dispositivos Kindle (100.000 en las pasadas navidades, según datos de esta empresa) y iPads, ha habido una dinamización del mercado (cómo gusta últimamente esta expresión) y los sellos tradiciones ya se han lanzado a sus propias colecciones digitales (como Endebate, de Debate; Alfaguara Digital, Zafiro Ebooks, de Planeta, B de Books, de Ediciones B...). Sellos que se unen a otras propuestas más independientes como por ejemplo la editorial Musa a las 9. Hasta Círculo de Lectores cuenta desde febrero con su propio club digital, Booquo. Todo esto por no hablar del fenómeno de la autopublicación, negocio bullente gracias a las herramientas que proporciona Amazon.

No obstante, antes de que todo esto ocurriera Latasa ya había lanzado su editorial, y si volvemos al presente podemos observar que algunas de sus últimas ideas aún no existen en los brainstorming de las tradicionales. Ejemplos: hace un par de meses lanzó Libr-e, una colección digital que rescata libros descatalogados de autores como Nicolás Casariego, David Torres o José Ángel Mañas. "Cuando un libro se descataloga, los derechos revierten en los autores, que ven que no se explotan. Muchas editoriales antes decidían que esto no les interesaba", me dijo Latasa en este lanzamiento. Así, mientras el resto pasaba, él sí vio que ahí había negocio.

Otra visión diferente: el precio de los ebooks. El editor navarro siempre criticó la idea de colocar el libro electrónico al mismo precio que un libro en papel, aunque, desde luego, sabe por qué es así: "Es la herramienta que utilizan las grandes editoriales para que la cosa vaya despacio", me confesó hace un tiempo. Desde el inicio, él abogó por precios competitivos. De hecho, en Libr-e, los títulos cuestan 2,99 euros, una tendencia, que por otra parte, poco a poco está calando entre las grandes editoriales (en Endebate, por ejemplo, las crónicas periodísticas que se venden también están en torno a los dos euros), aunque otras como Alfaguara aún se mantengan en sus trece. Pilar Reyes, editora de este sello, me comentaba hace unas semanas por qué apenas se habían movido los precios de sus libros digitales: "Ahora estamos soltando las bases sobre cuál es el precio justo. Y hay que tener en cuenta que estamos llevando a cabo la digitalización con mucho cuidado, volviendo a corregir, leer…". Argumento inamovible, pero Latasa insiste: "Es importante que todo el mundo esté dispuesto a cambiar".

El tercer flanco que convierte a este editor en un pionero outsider es su querencia por mantener la cadena del libro a pesar de la llegada del digital. Es decir, contra los que dicen que la intermediación (distribución, librerías) está en las últimas, él sostiene que la función del agente, el editor y el canal de venta son imprescindibles. "Es muy importante que las librerías apuesten por este formato", señaló durante la presentación de Ibuku, colección cuyos libros ya están en todas las librerías online.

Latasa reconoce que después de muchos años avanzando en este terreno casi en soledad, ahora ya no camina solo. "Ha sido muy duro. Estamos en el principio del principio del principio. Hace falta paciencia porque aún queda mucho, pero todo el mundo tiene que ir por este camino", afirmó en este acto. Desde luego, su permanencia durante siete años en este negocio, el lanzamiento de Libr-e, de la colección Palabras Mayores y ahora de Ibuku refrendan que cuando se cree en una idea y esta tiene una buena estrategia, el agorero apocalipsis del que hablan algunos gurús sobre el futuro del libro no existe. Enhorabuena. Estén atentos a sus próximas acciones.




martes, 10 de abril de 2012

La broma infinita: ¿Gunter Grass y Saramago neonazis?

Cuando vivía en Berlín había un tema que mis amigos jamás tocaban. O si se hacía, pasaba casi sin ruido y rápidamente alguien cambiaba de tercio. Mis amigos, votantes de los socialdemócratas del SPD cuando Oskar Lafontaine (actual dirigente de Die Linke) aún militaba en él, no tenían problemas en hablar de política, del Muro, del partido comunista o incluso de la STASI. De hecho, el padre de una mis mejores amigas formó parte de este "servicio de seguridad" del Este. Así, en estas charlas conocí bastantes anécdotas de la época en la que Berlín se hallaba dividido, como aquella argucia de preguntar a los niños del este qué tipo de reloj aparecía en los televisores cuando comenzaba el telediario. Si era digital, se estaba cazando la "prohibida" señal del oeste. Oh-oh-oh.

Por tanto, hablar de La vida de los otros no era problema. Tampoco de la 'ostalgie' de Good Bye Lenin. Ahora bien, las cosas cambiaban cuando aparecía en escena Israel y sus políticas. Como si fuera un flashazo llegado desde el pasado, de repente era de nuevo el Holocausto el que irrumpía en la conversación. Y con ello, un cierto sentimiento de culpa soterrado, que casi se sostenía en el aire, que nadie tocaba, pero que estaba ahí. Y yo, sinceramente, no lo podía comprender. Mis amigos, votantes de la izquierda, se mostraban de acuerdo con las pretensiones palestinas y podían criticar la fuerza israelí apoyada por el imperialismo yanqui, pero era casi de pasada. ¿Hablar mal de los judíos? ¿Un alemán? No, por favor, no me hagas esto, parecían suplicarme a veces.

En aquella época, hace ya diez años, las huellas del Holocausto en Berlín eran casi imperceptibles aunque aún quedaban retazos. Como ese coche de policía que siempre estaba en la Orianienburgstrasse delante de la sinagoga. Esta calle, en pleno centro, está en un barrio en el que antes de la guerra vivían bastantes judíos y de hecho, aún existían restos de tiros en las fachadas. Por aquel entonces también se había puesto muy de moda la novela El lector, de Bernhard Schlink, que después sería llevada al cine con Kate Winslet. Este libro, a fin de cuentas, de lo que hablaba es de la culpa de los alemanes y de la necesidad de pedir responsabilidades a todos aquellos alemanes que durante el Holocausto miraron para otro lado. Aquellos alemanes que en realidad habían sido muchísimos en los años treinta, como me confesó una compañera de clase, cuya abuela había votado al partido nazi para acabar desligándose totalmente de él tras la guerra. Por tanto, la culpa por la carnicería de los judíos aún seguía presente y de manera muy presente en la mentalidad de generaciones que ya casi ni podían recordar el Muro. Para mí, incomprensible.

Por tanto, cuando estos días he leído la noticia sobre el escritor Gunter Grass y el poema en el que critica a Israel no he podido por menos que sonreír. La famosa estrofa “¿Por qué solo ahora lo digo, envejecido y con mi última tinta: Israel, potencia nuclear, pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza?” dice exactamente lo que mis amigos nunca expresaron a pesar de que podían pensarlo según los razonamientos que hacían de Israel. Sin entrar en si es un buen o mal poema (otra polémica que he visto reflejada en las redes sociales), me pareció un gesto valiente, que rompe un mito y que normaliza a los alemanes.

Mucho mayor escandalosas que el poema y la frase en cuestión, me han parecido las reacciones al respecto. Primera, la de Israel tildando al Nobel de "persona non grata" y exigiendo que se le retire el premio (¿en qué planeta viven?). Segunda, la de Angela Merkel que apenas ha dicho nada sobre esta reacción de los israelíes. Tercera, la de los neonazis, alabando a Grass, por su torpeza de miras y su ignorancia (lo cual no es nada noticioso) y cuarta, la de la oposición alemana por volver a ser incapaz de romper con esa culpa y complejo. De hecho, han sido varios los que han recordado el pasado del autor de El tambor de hojalata como miembro de la Luftwaffe (¡con 17 años!). Sólo Die Linke (La Izquierda) y varios movimientos pacifistas alemanes dieron su apoyo a Grass. De nuevo, increíble.

Han pasado más de 70 años del Holocausto, de la barbaridad de los nazis con los judíos, y es increíble que Alemania siga apostando por películas y libros que se regodean en aquella masacre, en su culpa y responsabilidad sin poder expresar claramente lo que opinan de Israel y sin que un sencillo verso al respecto no sea tildado de antisemita. Como recordaba estos días en un artículo el corresponsal en Berlín de El País, fue el psicólogo Zvi Rex quien mejor reflejó el estigma alemán: “los alemanes nunca podrán perdonar Auschwitz a los judíos.". Algo que, por cierto, también dijo Saramago, al que también le cayó la losa de "persona non grata" cuando en 2002 comparó la política de Israel en los territorios ocupados con los campos de exterminio nazis de Auschwitz. Las librerías israelíes retiraron entonces todos los libros del portugués. Espero que no suceda lo mismo con los del alemán. Eso significaría que en diez años no hemos avanzado nada y que yo tampoco podría seguir hablando del tema con mis amigos alemanes.  

martes, 3 de abril de 2012

Pray for Portugal

La red social Twitter se ha despertado hoy con un curioso Trending Topic en España: #PrayforPortugal. Al principio he pensado que era algo de la Semana Santa, pero cuando he clicado en el TT para ver de qué se trataba, la marcianada me ha sorprendido más de lo imaginado: al parecer se había difundido  un vídeo que supuestamente informaba de un golpe de Estado en el país vecino motivado por su mala situación económica, política y social, y la red echaba fuego entre los que reían el fake, los que se indignaban e incluso los que lo daban por bueno. Todos tienen cabida en Internet.

That's Twitter he pensado: la inmediatez, el escaso contraste de las informaciones, la opinión compulsiva. Una red social a veces muy buena, pero otras muchas (las más, quizá) un corral de gallinas cacareando sin parar. En cualquier caso, este #prayforPortugal me ha hecho recordar una serie de ideas que me venían rondando estos días por la cabeza y que tienen como protagonistas a los portugueses, su prima (de riesgo) y su rescate, y al escritor luso José Luis Peixoto (Galveias, 1974), autor de las novelas Cementerio de pianos (El Aleph, 2007) y Libro (El Aleph, 2011).

Ayer, sólo un día antes del falso golpe de Estado, Portugal volvía a estar en el top de las noticias malas de la prensa europea. El Eurostat anunciaba las cifras del desempleo y los portugueses ocupaban una "meritoria" tercera plaza con un 15%. Los españoles, no obstante, aún ocupábamos el primer puesto con un 23%, seguidos a escasa distancia por Grecia, con un 21%. No era la única noticia sobre los lusos. También el lunes un teletipo de la agencia Efe recogido por Expansión informaba de que la venta de turismos había caído un 50% durante el primer trimestre de 2012. Oh my god! ¿alguien en la sala que quiera ser portugués? Rien de rien. Eso está que se cae. Vayámonos de allí cuantos antes.

Con estas noticias decidí echar la vista atrás y me encontré otro teletipo del domingo que hablaba de un segundo posible rescate a Portugal. Ya en mayo de 2011 recibió un préstamo de 78.000 millones de euros a cambio de que el país se sometiera a un durísimo ajuste y de que su población se apretara el cinturón hasta casi la asfixia. Porque como dijeron sus políticos, toca a todos arrimar el hombro. Juas. Pero lo peor no era eso: el pasado 22 de marzo los portugueses habían hecho su segunda huelga general en protesta por estos ajustes con un seguimiento de entre el 70% y el 100% en el sector transportes. Un exitazo. Claro que... pensémoslo bien: huelga igual a éxito, igual a hartazgo de los portugueses, igual a algún comentario sobre otro rescate, igual a 'vamos a sacar los datos chungos de consumo que tenéis', igual a 'estáis fatal así que de quejaros nada', igual a 'como hagáis otra huelga os vamos a meter un tijeretazo que vais a estar temblando durante 40 años'. Oh-oh-oh.

Y ahora viene lo del escritor José Luis Peixoto. Le conocí en 2007 por su libro Cementerio de pianos. En Portugal, como en España, aún no se hablaba de crisis económica, y la entrevista giró en torno al libro y el regreso al mundo rural de muchos portugueses. No hubo más. Sin embargo, para finales de 2011, con la publicación de Libro todo había cambiado. La nueva novela ya no se detenía simplemente en una historia de miserias rurales sino que su argumento (siempre teñido de esa cierta melancolía tan portuguesa del estilo de Peixoto) abarcaba un espectro aún mayor repasando la emigración de los portugueses en los años cincuenta y sesenta a Francia y cómo el país se despobló en la época del dictador Salazar.

Por supuesto, aquella segunda charla que tuvimos en septiembre de 2011 y que recuerdo muy animosa y con mucho feeling (esa placentera comodidad que a veces se crea con un entrevistado), derivó hacia la situación económica, política y social de Portugal. En España aún no se hablaba demasiado de la emigración de los españoles en busca de nuevas oportunidades, pero Peixoto ya me comentó que los portugueses estaban sufriendo una partida como la de los cincuenta. Y él, ya en ese momento, se quejaba de la fuerte presión mediática sobre su país: "Portugal sufre una fuerte depresión. Todos los días hay malas noticias. Así es imposible ilusionarse y salir de esta crisis", sostenía el escritor quien, además, echaba de menos que en Portugal no hubiera surgido algo parecido al 15-M.

Cuando hice aquella entrevista, aún no se habían celebrado las elecciones del 20-N en España. En Portugal tampoco se habían acometido las medidas de austeridad (se aprobaron el 24 de noviembre) ni había habido huelgas. En España aún no se habían aprobado las reformas del nuevo Gobierno del PP. Ni se habían presentado los Presupuestos. Ni había salido un Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, hablando de la "difícil" situación de España. De una situación límite. Tampoco había habido la huelga del 29M.

Y, sobre todo, a nadie se le había ocurrido un vídeo que recreara un golpe de Estado en un país deprimido y asfixiado. A nadie se le había ocurrido canalizar así el hartazgo, la pesadilla de despertarse cada día con titulares sobre recortes, recortes y más recortes. Y, bueno, hoy era un fake y era la risa, pero, como me decía Peixoto y hoy me queda que ni pintado, con tanta "situación límite" y tanto "ajuste" a los mejor portuguesitos y españolitos pasamos del descojono al funeral por la vía rápida sin anestesias ni vaselinas. #prayforspain









viernes, 30 de marzo de 2012

La mujer auténtica

Hace unos días comencé el ensayo Solo para mujeres, escrito por Marilyn French en 1977 y que, según se afirma en el prólogo fue un éxito rotundo de ventas en su época. La autora retrata la vida de varias mujeres norteamericanas en las décadas de los cincuenta y sesenta y su frustración ante unas reglas del juego marital no escritas que consistían en que ellas dejaban de estudiar y trabajar, lavaban, fregaban, cocinaban, daban de comer a los niños mientras ellos florecían en sus carreras profesionales, se permitían llegar a casa a la hora que les diera la gana, y por supuesto, plato en la mesa. Lo de siempre, vaya.

Lo curioso es que este libro, que fue reeditado en español hace unos meses por Lumen, se une a los rescatados recientemente como Lo mejor de la vida, de Ronna Joffe (publicado en 1958 y ahora también en Lumen) y Peyton place, de Grace Metalious (1952 y Blackie Books, 2010). Los tres abordan historias de mujeres que luchan por abrirse camino en una sociedad machista, que bregan por su independencia y por una libertad sexual (las relaciones sexuales frustrantes para ellas son constantes en los tres libros) en los años anteriores a la famosa revolución sexual y explosión del feminismo en los setenta. 

Reconozco que Lo mejor de... y Peyton... me gustaron mucho. Los disfruté. Las vidas de aquellas mujeres me parecieron dolorosas y a la vez ejemplares. ¡Se esforzaron tanto por conseguir lo que querían! Sin embargo, cuando me enfrasqué con Solo para mujeres me entró una sensación de tedio. Y de dèja vu. Y de, 'esto ya lo tenemos superado'. Y de,' vamos a ver, a pesar de algunos tíos (y tías) cavernícolas, en general hemos avanzado bastante'. Mis amigas tienen sus carreras profesionales. Sus maridos/novios/parejas cuidan de sus hijos como ellas. Las tareas domésticas se reparten. En fin,  frases como "¡Qué bonito que, mientras tú estás fuera haciendo cosas que sirven a tu ego, haya alguien en casa que friega el suelo del cuarto de baño y recoge tu ropa interior sucia!" (Sólo para mujeres) me parecían un tanto anticuadas y destinadas al baúl de las expresiones en desuso.

Y en estas andaba cuando llegó Alberto Ruiz-Gallardón con sus carpetovetónicas frases, con eso de la mujer auténtica, la maternidad y no sé qué embrollo más . En pleno mes de marzo de 2012. Sólo unas semanas después de haber dejado caer sus perlas sobre el aborto y su intención de derogar la ley de plazos del anterior gobierno y regresar a la de 1985. Y entonces acudí rápidamente al prólogo del libro de Marilyn French escrito en 2009 para la nueva edición para encontrarme con frases como "Las convenciones que rigen para las mujeres han experimentado una regresión durante la última década", "Las organizaciones religiosas han mostrado las reacciones más hostiles ante la posibilidad de dotar de poder a las mujeres. (...) La Iglesia católica toleró el aborto durante miles de años antes de la década de los setenta". Glups, ¿esto está en desuso?

Después de releer estas líneas que el ministro Gallardón había contextualizado tan bien, hablé con una amiga. Tiene 36 años y es periodista en un diario nacional. Y tiene dos hijos, de 2 y 4 años. Después de hacer un periodismo activo durante años, cuando fue madre pidió la jornada parcial (de 9.30 a 14 horas) y fue relegada a la sección de documentación. Nada de volver a escribir. Un ejemplo, que por otra parte, ya había visto en otras mujeres periodistas (bien es cierto que no todas). Curiosamente, ellos, mis compañeros que fueron padres, jamás redujeron su jornada laboral. Ni fueron destinados a secciones "más relajadas" como documentación, opinión o corrección.  En fin. La conversación continuó y hablamos de su nueva "jornada": salir corriendo del trabajo, recoger a sus hijos de la guardería y colegio y pasar la tarde en el parque. Ella estaba muy contenta, me reconoció que, por supuesto, disfruta con sus hijos y con lo que hace pero que  le gustaría volver a escribir, volver a la calle etc etc. 

Marilyn French, Ronna Joffe y Grace Metalious escribieron sus libros hace más de treinta años. Eran tiempos en los que la mujer tenía que enfrentarse a esquemas rigidísimos. Y con mucho dolor los rompieron. Lo que enrabieta es que sus historias sean hoy cada vez más actuales. Que una escuche a Gallardón y que otros libros recientes como No kids. 40 razones para no tener hijos, de Corinne Maier  suenen a cosa extraterrestre es para hacernos mirar qué está pasando. Por eso, antes de colgar, le dije a mi amiga que no se preocupara que, a fin de cuentas, para algunos ella era una mujer auténtica aunque hubiera paralizado su carrera y aunque gran parte de su sueldo se fuera en guarderías privadas y carísimas.

lunes, 26 de marzo de 2012

Sí, yo vivo en Mongolia

Influida por las redes sociales, ayer domingo bajé corriendo al kiosko para comprar la nueva  publicación que llevaba un par de horas pitando en mis oídos: 'Mongolia, revista satírica sin mensaje alguno'. Recorrí tres kioskos del barrio de Lavapiés. En todos se había acabado. Por suerte, antes de llegar a la estación de Atocha, un ejemplar pululaba en otro kiosko en medio de los manidos (sabidos, conocidos, apestosos, cansinos, machistas) dominicales. Solté los tres euritos que cuesta la publicación (es mensual y en papel) y me fui hacia el tren.

Durante todo el trayecto mis risas fueron estentóreas. Casi carcajadas. A veces notaba que la mujer que estaba sentada a mi lado me miraba como si yo estuviera poseída. Y, de alguna manera, lo estaba. 'Mongolia' busca el humor en aquello que, dicho de otra forma (y sufrido en carne propia), te daría unas tremendas ganas de llorar. 'Mongolia' intenta tomarse a guasa todo aquello que hoy nos está masacrando: el paro, la necesidad de salir fuera de España para conseguir un empleo medio digno (el titular 'España tiene una salida: Barajas' es enorme) o el triunfo de una derecha neoliberal capaz de adelgazar el Estado hasta límites anoréxicos. Mongolia es esta nueva España. Y yo sé que vivo en ella. JA-JA-JA.

Mientras pasaba las páginas y reía (confieso que con la historia del niño Marco sobre cómo perdió su dinero con la inversión  en el diario 'Público' para evitar su cierre casi me cae la lagrimita) llegué a la parte de la revista que se olvida del jijijaja para pegar una bofetada con información seria y veraz. Y en el primer número no se andan con rodeos: retrato robot de Ignacio Peláez, 'el abogado que acabó con Garzón' y toda la troupe de los jueces que firmaron la sentencia de culpabilidad, el funcionamiento del indulto en España y las presiones del diario 'El Mundo' a dos testigos protegidas del 11-M. Todo eso más tejemanejes de la monarquía. Nadie sale bien parado. Y aquí no hay intereses.

Cuando terminé de leer las 40 páginas (incluso el recortable de Camps en la contra) quise saber quién estaba detrás de este fregado así que me puse en contacto con el colega Fernandus Rapus, que algo de esto sabía, quien me pasó con Darío Adanti, el historietista argentino que también lleva las peronadas del fanzine 'Viernes peronistas'.

Darío me contó que el proyecto se había fraguado hace un año "como un proyecto entre amigos acorralados. Acorralados porque veíamos como se recortaban las libertades de prensa año a año por motivos absolutamente empresariales. Tal chiste mejor no lo publiques que se puede ofender tal, con el que la empresa está haciendo no sé qué. Tal artículo periodístico no lo publiques que se puede ofender tal y pascual con el que estamos cerrando un negocio. Tal historieta no la publiques que podemos tener problemas. Y así fuimos viendo como día a día, año a año se recortaba nuestra capacidad de expresarnos sin que nadie moviera un pelo". A modo de ejemplo me dijo que las revistas de hacía diez, quince años eran mucho más valientes y procaces que las de ahora. "La libertad de expresión está en franco retroceso, y no por una dictadura o un fascísmo, sino por el simple hecho de que la red inmensa de intereses empresariales la hacen imposible la libertad", insistió.

Con el objetivo de hacer la revista que a ellos les diera la gana se unieron seis colegas (el viejo lobo de la prensa cultural y el fanzinerismo Eduardo Bravo, el artista del papel impreso internacional Ferdinandus Rapús, está el editor Irresponsable y quijote Gonzalo Boyé, está el especialista en España para el periódico gratuito de Varsovia Jaume Ochirbat, está el especialista en contracultura Quelo VI y el propio Adanti) y con mucho esfuerzo (autofinanciación,  apoyo monetario de mucha gente antes de la salida de la revista a cambio de acciones ) lanzaron esta 'Mongolia', nombre que, por cierto, se coló a partir de un chiste: "En una cena uno de nosotros comentó que había leído en algún sitio que el voto de Mongolia había sido decisivo para que España entrara a la ONU. Así que otro remató: Pues si ellos nos metieron en esta, que vengan ahora ellos y nos saquen…", me confesó Darío. También les vino bien la metáfora del pueblo mongol, históricamente invadido por cuanto imperio lo rodeaba. "Manchuria, Japón y Rusia la invadieron en diferentes momentos históricos y la anexaron a sus territorios. Pero el pueblo mongol siempre resistió, mantuvo sus costumbres y no se dejó asimilar por los invasores. Mongolia es ejemplo de resistencia", añadió el historietista.

Precisamente, la cuestión de la resistencia está detrás de que la revista se publique en papel. Nada de una web online (de momento están en ello), nada de algo de andar por casa digital y facilón. Papel, papel. "Creemos que con esto de las nuevas tecnologías nos estamos volviendo un poco locos. Hemos alucinado con una herramienta que ya es fundamental para nuestras vidas, como es internet, pero hemos creado la nueva superstición de que internet acabará con todo lo otro. ¿No hemos perdido demasiadas cosas ya como para perder otros canales de comunicación? ¿No es mejor sumarlos que restarlos? Cada canal de comunicación que tenemos los ciudadanos tiene sus principios y no son reemplazables totalmente por otro canal de comunicación: son complementarios. Y a veces nos olvidamos los que tenemos la grandísima suerte de ser de clase media (por lo menos por ahora…) y de ser de determinadas generaciones, nos olvidamos, digo, de que hay un gran porcentaje de población que no sabe usar internet o que no tiene acceso a ella", señaló Darío. Y, además, me recordó de forma sarcástica que con algo habría que envolver los huevos y el pescado.  "¿Vamos a hacerlo con un i-pad? Hay viejas costumbres que es mejor mantener", recalcó.

Y esta es la historia. Hoy Mongolia se pone a la venta en Barcelona. Creo que ya está en todas las ciudades de España. Es un trabajo mensual cojonudo. Mete el dedo en la llaga en la que hay que meterlo. Y te ríes. Y eso es lo mejor que nos puede pasar ahora. Como le dije a Darío, yo ya soy fan. Mucha suerte chicos.


miércoles, 21 de marzo de 2012

El asesino de Toulouse y su cámara

Desde hace dos días la prensa no deja de bombardear con la noticia del asesino de Toulouse. Un tipo impresionante, capaz de matar a sangre fría y a bocajarro a varios niños y a un adulto en un colegio judío. La noticia, a la que se le suma la reacción del Gobierno francés, ese Sarkozy como pez en el agua con su traje de héroe dispuesto a salvar a la nación, es, sin duda, golosa para el medio y para el espectador.

En medio de toda la masacre y ligado al morbo de lo sangriento, me ha llamado mucho la atención un detalle: el asesino portaba una cámara al cuello. ¿Para grabar la carnicería y luego disfrutar viéndola en su portátil? ¿Para subirla a Internet y hacerla circular por Youtube? ¿Para ganar millones de visitas de todos aquellos dispuestos a recrearse con la matanza?

Que un suceso así lleve horas y horas en la televisión (imagino que en la francesa será un non-stop) ya da buena cuenta de lo que a los seres humanos "nos pone" la sangre y la muerte. Sin embargo, el asesino ha dado un golpe de efecto aún mayor. Él quiere ser el propio periodista que lleve sus actos a los espectadores porque sabe (o al menos intuye, y bastante bien) que tendrá audiencia.

Hay un librito, un pequeño ensayo de la filósofa Michela Marzano titulado 'La muerte como espectáculo' (Tusquets, 2010) que indaga en el morbo, el gusto, que nos provoca ver asesinatos a través de nuestra pequeña pantalla. Ver aquello que ella llama 'realidad-horror'. Por supuesto, ese 'nos' se refiere a nosotros los occidentales, los que tenemos las guerras lejos y no sentimos el miedo del francotirador ni del bombardeo continuo.

Marzano, con una tesis valiente, no culpabiliza al medio, a Internet, de este espectáculo de la muerte. Y sería una estupidez hacerlo. Internet es demasiado bueno como para fustigarlo por los vídeos violentos. Para ella, la causa del éxito de este horror audiovisual es "la indiferencia ante la barbarie". Es la anestesia ante el dolor ajeno, la que nos propulsa a buscar estos vídeos en Internet (ella habla también de las snuff movies o el hyper-hard pornográfico). Y se apoya en Diderot para retratarnos: "Es mucho más fácil para un pueblo civilizado volver a la barbarie que para un pueblo bárbaro avanzar hacia la civilización".

Francia se horroriza hoy ante esta matanza de niños. Al mundo occidental se le pone carne de gallina, pero un mísero detalle dice casi más de nosotros de lo nos traslada la imagen de los ciudadanos cariacontecidos. Esa pequeña cámara nos retrotrae al siglo XV cuando seguro que muchos franceses (como españoles) disfrutaban con la quema de personas en las plazas del pueblo. Y, entonces, perogrullada aparte, no existía Internet.

sábado, 17 de marzo de 2012

Marsillach naftalinoso

Adolfo Marsillach fue uno de los grandes de nuestro teatro. Eso he escuchado siempre. Eso he leído siempre. Lo cierto es que, hasta ayer, nunca había visto una de sus obras teatrales. El desvirgue fue con 'Extraño anuncio', obra inédita del autor fallecido en 2002 y estrenada ahora, en el aniversario de su muerte, por el Centro Dramático Nacional y dirigida por su compañera durante 28 años, Mercedes Lezcano.

La sala pequeña del Valle-Inclán es la que acoge este montaje que, según he leído en ciertas críticas y notas, bebe de Jardiel y Mihura, se solaza con el teatro del absurdo y muestra al Marsillach más onírico y surrealista. Todo eso es cierto, pero a las notas, después de mi experiencia ayer, se les escapa una cosa: el texto es naftalinoso. Le pesan los años. Marsillach lo escribió en 1992 y, a pesar de que podamos pensar que aquello fue ayer, en realidad en estos 20 años el mundo ha dado tantas vueltas que hoy resulta irreconocible.

La historia, que es muy simple (equívocos sobre la posible muerte de un hombre mayor, de clase alta, que vive en un piso que, imaginemos puede estar en Balcón de Rosales de Madrid) está llena de ejemplos que me hicieron saltar de la butaca. Uno: una de las protagonistas, Mabel, tiene que volar a Barcelona y reserva un vuelo con ¡Aviaco!, la compañía área desaparecida en 1999. Dos: por supuesto, para realizar esta reserva, de Internet ni hablamos. Tres: el teléfono que se utiliza es un fijo de los que tenían ruedecita para marcar los números. Cuatro: suena un disco de vinilo de Mozart en el tocadiscos.

En fin, más allá de estos artilugios atávicos, otros rasgos evocan épocas pasadas. Uno: dos personajes que podrían ser Pepe Gotera y Otilio, o peor aún aquellos Benito y Manolo de la serie de televisión (noventera) Manos a la Obra. Gritos y palabras soeces (¡coño, déjame hablar) que podrían hacer mucha gracia en los noventa pero que ahora quedan totalmente demodé (tanto como esta palabra). Dos: el cobrador de las facturas (interpretado por Pepe Carabias), un personaje que hoy ha pasado a mejor vida (gracias al correo e Internet, de nuevo) y que a mí me recordaba a la visita del "de los muertos" (como decía mi abuela), ese fúnebre cobrador de los seguros Santa Lucía (¿?). Y tres: el humor negro. Ayer el texto despertó algunas risas, pero eran más automáticas que reales. Pienso maliciosamente: la carcajada llegaba más por lo chocante de ver escenas pasadas de moda que por la verdadera intención del texto.

Para terminar hablemos en positivo: la interpretación de Manuel Galiana. Pedazo de actor que sostiene toda la obra. Ayer empezó (junto a Mónica Aragón, que interpreta a la 'chica') titubeante; luego todos los actores fueron cobrando cuerpo. También el texto fue rodando. Sin embargo, ha pasado su tiempo. Si 'Extraño anuncio' se hubiera estrenado en 1992, con Marsillach aún vivo, quizá habría sido un éxito. Hoy es añejo y atávico. Y me pregunto: ¿qué necesidad había de "rescatar" esta obra?

viernes, 16 de marzo de 2012

El Corazón de Julia y Loewe


Ayer estuve en la presentación de 'El corazón de Julia', un librito de 76 páginas (el diminutivo va por eso) escrito por Robert Juan Cantavella y Óscar Gual y autoeditado por ellos en Señor Pulpo ("un gesto", como dijo Cantavella,"en un momento en el que todos trabajamos para el diablo"). Fue en Tipos Infames (again), la librería que mejor ha sabido ver el concepto libros, vinos, presentaciones (y así voy saliendo de este atolladero).

En fin, a lo que iba. Sin haber leído aún el libro, hay varios puntos que me animan a hacerlo. Uno de ellos, que es delgadito. Basta ya de tochos (aún tengo 'Libertad' a medias). El otro, su intención: un corte de mangas a esa supuesta progresía que ha convertido el "ser de izquierdas" en un discurso de marca y en un anuncio de televisión. Los autores, al parecer, no se autocensuran y entre los personajes están los alter-egos de todos aquellos artistas que mis padres admiraron cuando tenían 20 años. Y que yo admiré. Y con los cuales yo crecí. Ya sabéis: Ana Belén, Víctor Manuel, Serrat etc etc.

Gual y Cantavella critican (bajo el envoltorio de una peli de zombis, toma ya) cómo ese artisteo progre (vaya palabra viejuna, por cierto) ha formado parte de la traslación del concepto Cultura al de Industria Cultural en el que ahora vivimos y del cual, por supuesto, tan bien se aprovecha la derecha neoliberal. Cómo, al final, para todos, lo que ha predominado es la pasta, la pasta y la pasta. No obstante, como esa lucecita del final del túnel, los autores, en sus páginas finales, dan lugar a la esperanza y relanzan la cultura, lo que de verdad es el arte, algo consustancial al ser humano y por tanto, imperecedero (hasta que todos nos vayamos a la mierda, claro).

En fin, al hablar de esto, ayer no pude menos que relacionarlo con el polémico anuncio de Loewe (249.824 visitas en dos días en Youtube) . Porque si rascamos en lo que, a primera vista, es una trivialidad (un grupo de veinteañeros diciendo chorradas tales como 'estar enamorado es super guay'), el publicista logra, de alguna manera, lo mismo que Cantavella y Gual en su libro: mostrar cómo la crítica de la izquierda se ha convertido en una auténtica banalidad, cómo ya no existe. ¿Por qué me parece esto? Bueno, los veinteañeros son los hijos/sobrinos de aquellos artistas que en los setenta y ochenta enarbolaron las banderas de la libertad, de la igualdad y el compromiso. La bandera del voto progresista, el rechazo a la OTAN etc etc. En fin, el publicista sabía muy bien lo que se hacía cuando escogió a estos chavales. ¿Se imaginan a aquella Ana Belén setentera diciendo que hacerse mayor es un rollo'? Pues a eso hemos llegado.

Voy a leer el libro.