lunes, 29 de octubre de 2012

La otra postal de Estambul

Entre todas las historias que puedes escuchar y leer sobre Estambul la que más me gusta es la de Mehmet, el conquistador. En 1453 entró en Constantinopla con todo el ejército otomano. Muchos de los ciudadanos, aterrorizados, decidieron refugiarse en la basílica de Santa Sofía, dedicada al culto cristiano. Sin embargo, eso no fue ningún obstáculo para Mehmet. Una vez que los ríos de sangre llenaban las calles de la urbe, el ejército entró en la basílica, degolló a todos los que se encontraban en su interior y, entonces, un mulá se subió a uno de los púlpitos y empezó a entonar la oración del Corán. Ahí se acabó Constantinopla, lo que quedaba de Bizancio y el cristianismo. Santa Sofía, por supuesto, se convirtió en mezquita. Los libros de Historia occidentales lo llamaron la caída del imperio bizantino. Para los otomanos fue la Conquista de Constantinopla. Dos maneras de ver la historia. Dos formas de ver el mundo.

Esta dualidad persiste aún en la ciudad. Dividida por el Bósforo, a un lado se encuentra la parte musulmana, con sus mezquitas, los palacios de los sultanes y una barriada llena de mercadillos, bazares, mujeres que llevan el velo y hombres con túnica y barba. Es más, si se sale un poco del circuito más turístico (mezquita azul, Suleyman, Gran Bazar etc) se llega a Fatih, barrio en el que culebrean las mujeres cubiertas de arriba a abajo. Por otro lado, si se cruza el mar por el puente Galata, una aparece en Istiklal y Taksim. Una calle y una plaza que podrían ser una copia de la madrileña Preciados y la Puerta del Sol, salvando las distancias arquitectónicas. Mango, Topshop, bares, cervecerías, pubs, chicas y chicos en vaqueros y algún velo. 

Esta estampa es, en cualquier caso, la de todas las agencias de viaje. Estambul, ciudad de las dos culturas. Cruce de tradiciones. Bla, bla, bla. Si una se queda con la postal, eso es lo que se encuentra. Por suerte, cuando estuve allí tuve la suerte de conocer a un chico español que lleva viviendo tres años. Estuvimos hablando largo rato y sus impresiones me resultaron un tanto curiosas. 

¿Te parece europea la parte de Istiklal? Cierto, lo es. Pero no tiene nada que ver a cómo era hace sólo un par de años. Aquí había terrazas, se bebía alcohol. Ahora lo han prohibido. ¿Crees que cada vez menos chicas llevan velo? Qué va. Al contrario. Han aumentado. Y antes lo de Fatih era lo extraño, pero cada vez hay más mujeres totalmente cubiertas. ¿Sabes? Una amiga española se marchó de aquí porque le era imposible ir a un parque a leer sola. Enseguida se le acercaban cuatro o cinco tíos a darle el coñazo. Habrás notado que los chicos te miran mucho. Antes se cortaban más, pero es una actitud machista que va a más. Yo estoy bien, pero si esto sigue así acabaré yéndome. 

Todo eso me dijo. Hablamos del presidente Erdogan, del partido islámico moderado Justicia y Desarrollo. "En realidad, él tiene el poder Ejecutivo, pero el Legislativo y el Judicial lo tiene el partido islámico. Y su labor se está notando mucho", insistió. Justo en aquellos días se habían producido varios incidentes en la frontera con Siria, ya que numerosos refugiados de la guerra acudían a Turquía. "Habrá que ver hasta qué punto tiene todo esto que ver con la islamización de la que hablas... Siria, pese a la dictadura y todo lo demás, absolutamente deleznable, no dejaba de ser un país laico", le dije más o menos (por supuesto, no es literal). "Yo creo que está claro. Están intentando crear un telón de acero islámico", señaló.

A la vuelta, ya en el aeropuerto, tras dejarme en la maleta que facturé los dos libros que llevaba, me compré 'Estambul', de Orhan Pamuk (vale, ya sé que es una obviedad). En él habla de su infancia en los años cincuenta y sesenta en la ciudad. Pamuk pertenece a la burguesía progresista y evidentemente es la mirada del privilegiado, pero me resultó interesante cómo describía a un Estambul donde las mujeres llevaban minifalda y donde el estilo de vida se podía asemejar al de un París o un Londres. Me acordé entonces de Fatih, de la chica que salió huyendo porque no podía leer en un parque y de Mehmet entrando a cuchillo en la ciudad. El conquistador estaría orgulloso, pero a mí desde luego no me gustó nada. Y, vale, ya sé que hay una posición interesada (y conservadora) que pretende que se vea islamización por todas partes en el mundo árabe, pero, existiendo tantos factores que se ven con sólo rascar un poco, ¿vamos a permitirnos el lujo de retroceder 500 años? La postal de Estambul será muy bonita, pero tapada de pies a cabeza no creo que se vea igual.




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